Sunday, June 03, 2007

DÍA DEL INMIGRANTE ITALIANO


FESTEJOS POR EL DÍA DEL INMIGRANTE ITALIANO









Se festejó en Escobar el "Día del inmigrante italiano". El acto se llevó a cabo en la plaza "San Martín" de la localidad. Estuvieron presentes el Presidente del Club Italiano de Escobar, Enrique Stutz, la señora Irma Mucci de Petitti, Julia López, Viviana Morino, Ana Santeusanio y Pablo Sperduti, miembros de la Subcomisión de Cultura de esa Institución. Además, acompañaron el homenaje autoridades del "Club Lusitano", el Señor Cabral de Moura junto a su esposa, quienes portaron sus banderas. Integrantes de la comunidad italiana local se emocionaron con el sencillo pero sentido acto, que finalizó con un brindis en el salón del primer piso del Club Italiano.
A continuación, reproducimos el texto del discurso central del evento, a cargo del Señor Pablo Sperduti.
"Los italianos que llegaron a la Argentina en las sucesivas oleadas inmigratorias que se iniciaron en la segunda parte del siglo XIX, aportaron a este país usos y costumbres tan decisivos que la población originaria debió redefinir las suyas, las propias, las que había adoptado en su tierra natal. La magnitud que tiene su influencia se puede corroborar de maneras muy simples: leyendo los apellidos de las listas de alumnos de cualquier escuela, prestando atención a los nombres de muchas grandes empresas que existen en el país, mirando los apellidos de la guía telefónica o escuchando cualquier tango. Las costumbres que los italianos trajeron desde su tierra están arraigadas hasta en el inconsciente de los argentinos. No podemos discutir este dato. Y menos podemos hacerlo aquellos que descendemos en forma directa de esa sacrificada masa de hombres y mujeres que llegaron buscando un nuevo lugar en el mundo. Porque estaríamos olvidando nuestro orígenes. Porque estaríamos dándole la espalda a nuestra identidad, empobreciendo nuestras historias personales, y quitando de ellas capítulos decisivos de una novela que vivimos cada día: nuestra vida.
Mi origen está regado de sangre italiana. De sacrificada historia dedicada al esfuerzo, de obstinada voluntad para borrar huellas de guerra, y de convicción inquebrantable para sostener vivos sus orígenes. Mientras crezco, valoro cada vez más mi pertenencia a esa gente, porque conozco sus historias personales, y conozco la historia que les tocó vivir. Y porque grabaron en mi memoria y en mi corazón momentos que, mientras escribía este discurso y recordaba, generaban mi llanto. Esas fiestas de fin de año multitudinarias y emotivas, en las que nunca faltaban colosales duelos entre hermanos, primos o tíos por recelos o viejas rencillas, pero que terminaban en el abrazo fraterno de las doce, en Navidad y Año Nuevo. Magnífica experiencia en la que crecimos decenas de niños felices, a los que lograron borrar de su sangre inocente las heridas de guerra que los depositó en Argentina. Que trascendieron más allá de ellos en una descendencia decente y digna, al margen de pensamientos particulares y subjetivos. Ese ritual es uno de los que tanto se difundió por ellos, los italianos.
Cuando pisaron este bendito suelo, desarraigados, sin entender el idioma, parecían guiar sus pasos tanteando las paredes, cegados por estar en un lugar desconocido y habitado por gente desconocida. Sólo hace falta imaginarlo para entender esas dificultades, y para entender la infinita necesidad que tenían (y tienen) de estar siempre juntos, sabiendo todos lo que hacían y hacen todos, porque el contacto permanente les dio la seguridad que necesitaban para adaptarse a la hostilidad de lo desconocido y a sacar el pecho para imponer su infinita voluntad.
Estos tiempos globalizados, de comunicaciones instantáneas que incomunican a los seres humanos, atentan contra los valores que quiero destacar con estas palabras. Es por eso que nunca deben olvidarse. La marcha de los tiempos nos está pasando por encima. ¿Cómo hacerlo, entonces?. Cada uno de ustedes tendrá su propia receta. Yo no conozco ninguna. Y hoy, en momentos en que ya soy padre, trato de mantener vivos esas costumbres que sólo forman parte de una galería de recuerdos. Lo hago contándole a mi hija esas pequeñas grandes historias que son parte de mi identidad, documentados en un montón de fotos y lágrimas de alegría. Se perfectamente que honrando a los jóvenes, herederos de aciertos y despropósitos y futuros guías de lo que dejemos algún día, y a nuestros ancianos, de quienes recibimos un legado imposible de pasar por alto, podemos pensar con coherencia y optimismo en lo que vendrá.
Quiero expresar el orgullo que representa para mi esta enorme responsabilidad. Y quiero saludar a todos los inmigrantes italianos diciéndoles que ellos son homenejeados el 3 de junio porque ese día, en el año 1770, nació el hijo de un genovés en esta tierra: Manuel Belgrano, quizás, el más genuino de los próceres argentinos.
Sé que hay personas todavía dispuestas a contar a sus hijos y nietos que antes, hubo otra historia. Una historia repleta de gente que no se escondió frente a la adversidad, que no claudicó ante las guerras más encarnizadas de todos los tiempos y que se animó a dignificar su existencia, saliendo triunfadores en todos los aspectos de sus vidas. Eso es, ni más ni menos, lo que hicieron todos los italianos que yo conozco. Y muchos de ellos, fueron los héroes de mi infancia."

PABLO SPERDUTI

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