Sunday, January 28, 2007


¿ DEBE IMPONERSE LA DEMOCRACIA POR LA FUERZA?


La presencia de las tropas norteamericanas en Irak permite reflexionar de varias formas. Una de ellas nos lleva a hacernos una pregunta tomando algunas de las frases textuales del presidente de Estados Unidos, George Bush, en relación a la necesidad que tienen los iraquíes de vivir en democracia luego de la extensa y opresora dictadura de Sadam Hussein, el malvado y ahorcado ex-líder del país de Medio Oriente. Concretamente, ¿Debe imponerse el régimen democrático, uno de los fundamentos teóricos de la globalización mundial, mediante el uso de la fuerza?.

La invasión a Irak, según las estimaciones de la Cruz Roja internacional y algunas ONG, ya causó la muerte de aproximadamente medio millón de civiles y la destrucción casi total de las principales ciudades del país petrolero. Los principales aliados de Estados Unidos sufrieron ataques terroristas en sus propios países (los más recordados son los que se produjeron en Londres y Madrid) y la debacle de los líderes que acompañaron el accionar bélico (José Luis Aznar Y Tony Blair sufrieron las consecuencias directas). Incluso, el propio Bush perdió el gran apoyo que tenía de su propio pueblo luego del anuncio de la Invasión en 2003, y perdiendo en las últimas elecciones legislativas la mayoría en la Cámara de Senadores. No parece positivo el uso de la violencia para establecer democracias en países que no la tienen, ni siquiera para los líderes que toman las decisiones con ese propósito.

En el Senado norteamericano se formó una Comisión integrada por demócratas y republicanos que rechazó la decisión de George Bush de enviar 21.500 soldados más a Irak con el objetivo de "contribuir a establecer la paz en Oriente". Es decir, ni siquiera les hizo caso a los miembros de su propio partido, así como le había dado la espalda a la resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que rechazaba de plano el envío de tropas a la zona del Golfo Pérsico. Cabe preguntarnos, tristemente, por un lado, ¿para qué existe la ONU?, si su carta fundacional se sustenta en el mantenimiento y defensa de la paz mundial. Por otro lado, la pregunta es: ¿Cuál es el real objetivo del envío de 21.500 soldados decidido por Bush (desertor en la guerra de Vietnam)?. Esto tendría una historia relacionada con otro gobierno republicano y otra guerra perdida. Durante el primer mandato de Richard Nixon (1968-1972) hubo un envío de tropas a Vietnam cuando la guerra ya estaba perdida. Eran unos 5.600 marines. El objetivo era asegurar Camboya alejando a la guerrilla de la ciudad, pero sin frenar el caos en el resto del territorio. Con esto, la retirada de las tropas estadounidenses iba a ser más decorosa, y le permitiría al mismo Nixon ser reelegido en 1974. En la actualidad, las cosas no cambian demasiado. El nuevo envío de soldados intentaría pacificar Bagdad y, una vez logrado eso, comenzar con el retiro progresivo de las tropas. Eso si: antes de las elecciones presidenciales. ¿Por qué menciono esta relación? Días atrás, Henry Kissinger, uno de los que más insistió en la profundización de la guerra de Vietnam y miembro del gobierno de Nixon, visitó la Casa Blanca convocado por el Presidente.

Los que defendemos los valores de la democracia nos volvemos locos cuando los líderes de los países más ricos ponen como pretexto la imposición de ese sistema de gobierno para justificar las guerras que usan como negocios. Ya no les cree nadie. Y menos en la guerra contra Irak, en la que el petróleo le quita el sueño a buena parte de Occidente.


TANOPERIODISTA

SOMOS MUY MALEDUCADOS

TURISTAS DESAPRENSIVOS

¿Acaso los veraneantes que concurren a disfrutar de sus vacaciones en el Municipio Urbano de la Costa suponen que no van a sufrir accidentes por el solo hecho de estar de vacaciones? Cos esa pregunta me quedé al regresar de mi descanso en ese lugar, escíficamente en la pequeña y apacible Aguas Verdes. Entre preocupado, sorprendido y desorientado, estuve observando, durante 19 días, una cantidad innumerable de descuidos que pudieron haber terminado en tragedia. Turistas que salen de la playa como si la avenida Costanera, en pleno centro de San Bernardo, Mar de Ajó, Santa Teresita o San Clemente del Tuyú, fuera una extensión de ella, es decir, sin detenerse y mirar hacia los costados para ver si circula alguno de los cientos de autos que convierten a las localidades de la Costa en pequeñas réplicas de la Capital Federal a las cuatro de la tarde. Esos mismos turistas que cruzan cualquier esquina como si estuvieran en algún desierto, o aquellos que, subidos a cuatriciclos, creen que pueden emular a cualquier campeón de Fórmula 1, circulando como locos hasta en playas repletas de gente y a cualquier hora. Los osados que que suponen poder emular a Johny Weismüller (campeón olímpico de natación en 1924 y protagonista de la serie “Tarzán”), nadando desprolijamente hacia dentro del mar, en acciones gloriosas que terminan en rescate y desesperación de familiares, amigos y el resto de los bañistas (fui testigo de tres rescates en los días que estuve de vacaciones), provocando el enojo de los guardavidas, que por algo advierten que no se puede nadar en el mar (ni en ningún lado) si uno no sabe.
En la Costa, en verano, hay gente que camina por calles muy transitadas por autos y no se sube a la vereda hasta que se les toca bocina a diez centímetros del “traste”. Lo curioso, es que, mientras el auto pasa, insultan a los conductores como si fueran “barras bravas”. También hay padres a los que les desaparecen los hijos en la playa, en la calle, en el camping que, cuando los encuentran (suerte que los encuentran) se enojan con ellos porque les cortan la mateada y el concierto de “ganzadas” que comparten con los de la carpa de al lado. Las torpezas van y vienen cuando nos tomamos vacaciones. Los conductores estacionan en doble mano para conversar con conocidos, o, directamente cortan la mano de viaje con ese objetivo, para enojarse si alguien les grita, si puede pasar, “-¡el mundo es tuyo, eh-¡”, entre otras cosas que no quiero reproducir.
La falta de respeto hacia los demás es moneda corriente en cada centímetro que se puede recorrer. En los camping, hay que pedir permanentemente a desprevenidos “campistas” que bajen la música para que sea posible dormir, para que se tenga un poco de solidaridad en un espacio como ése, compartido, y porque el dueño del lugar lo prohíbe. Bajan el volumen, pero, ¿Por qué hay que decirles las cosas?, ¿no se pueden dar cuenta solos?. La falta de educación es la causa fundamental por la que suceden estas cosas.
Podría continuar dando ejemplos. Pero es innecesario. Lo concreto es que, volviendo a la idea de la nota referida a los accidentes de tránsito, suceden pocos accidentes en relación a la inmensa cantidad de distracciones y desaprensiones que muestran los turistas al manifestarse. Pero me queda flotando una duda...¿Solamente en vacaciones somos así?

TANOPERIODISTA

ROGER FEDERER OBTUVO EL ABIERTO DE AUSTRALIA


LOGRÓ SU DÉCIMO GRAND SLAM EN AUSTRALIA.

El fabuloso tenista suizo Roger Federer se quedó con el Abierto de Australia, primer Grand Slam del año, al superar en la final al chileno Fernando González por 7-6, 6-4 y 6-4. El Nº 1 del ranking mundial no cedió un solo set en todo el torneo, algo que no sucedía en certámenes de esta categoría desde 1980, cuando el sueco Bjorn Borg se quedó con el título de Roland Garros.
Federer volvió a demostrar que se encuentra varios escalones por encima de todos sus rivales. Parece tener una enciclopedia de tenis en la cabeza, porque hace todo lo que debe hacer en cada momento del partido, y juega los puntos más importantes presionando a sus rivales con golpes profundos y precisos, y una concentración absoluta. Es lo que le sucedió al dignísimo González en la final, en los séptimos games del segundo y el tercer set, en los que pareció un boxeador aferrado a las cuerdas. El suizo quebró el saque de su oponente las dos veces y se puso 4-3, para definir luego de que, hasta el final de cada capítulo, ambos conservaran sus servicios.
El resto del partido fue muy parejo y de un nivel superlativo, en el que los dos jugaron con una presición desmesurada, situación que quedó evidenciada en la cantidad de errores no forzados del segundo set: cinco cometidos por el suizo, y tres por el chileno. ¡Escalofriante!, tanto como la velocidad que le imprimieron a los golpes y a los desplazamientos. El público que colmó el “Rod Laver Arena”, en Melbourne, tuvo el enorme privilegio de ser testigo del primer gran acontecimiento deportivo del año, en el que los protagonistas jugaron al máximo de sus posibilidades.
Con esta cosagración, Roger Federer obtuvo el décimo Grand Slam de su carrera y el tercero de manera consecutiva. Estuvo en las siete últimas finales de este tipo de torneos, perdiendo sólo en Roland Garros 2006 frente al español Rafael Nadal, y en las próximas semanas superará el récord de semanas consecutivas como Nº 1 del mundo, que ostenta el norteamericano Jimmy Connors. Quedó muy cerca de los catorce Grand Slam obtenidos por otro estadounidense, Pete Sampras, máximo ganador. Y todo a los 25 años. ¿Será alguien capaz de destronar al suizo?. Por lo visto, está muy claro que él mismo decidirá hasta cuándo seguirá ganando. Mientras tanto, nos queda seguir disfrutando de su juego fino, elegante y casi perfecto, que nos hace creer que el tenis es un deporte muy fácil de jugar.
Para Fernando González queda la gran satisfacción de haber hecho un gran papel en su primera final de un gran torneo. Al menos, cumplió con su deseo del día anterior: “-Trataré de jugar al máximo para hacerle un partido bien difícil-“, había dicho. ¡Y vaya si cumplió! Quedó la sensación de que sólo Federer podía ganarle hoy por el gran nivel que exhibió, en consonancia con lo que había realizado en el resto del torneo, en el que no había cedido ningún set, y había derrotado al Nº 2 del mundo, el español Rafael Nadal. Seguramente, el chileno mostrará un tenis superlativo durante todo el año. Por lo pronto, a pesar de haber perdido la final, quedará cerca del 5º puesto del ranking, lo mejor de su carrera.
En la foto, extraída de Clarín.com, se encuentra en la conferencia de prensa posterior al partido, en la que reconoció encontrarse en un nivel extraordinario, al señalar: "-Me pueden llamar genio-". Toda una confesión.

TANOPERIODISTA.


Thursday, January 25, 2007

UN CUENTO DEDICADO A MI "VIEJO"

Este cuento me permite homenejear en vida a mi papá, conocido potr todo escobar com "Pepe", el principal responsable de las pequeñas victorias que obtuve en la vida. Como se que van a ser muchas más, porque me queda mucho por vivir, le dedico especialmente la historia que sigue, en la que somos los protagonistas decisivos. Además, me permite recordar un instante mágico de mi existencia, en el que estaba acompañado por los primeros amigos que tuve, los del barrio, los que jugaban a la pelota conmigo en el potrero y en el club "Boca del Tigre", de Escobar.

EL PIBE

Nunca lo había visto con esa actitud a Pepe. El era un tipo tirando a egoísta. De poco andar elogiando. Y eso que sabía mucho. Había jugado algunos partidos en la primera de “Los Matadores” y hasta lo fueron a buscar de Racing , pero Doña Nuncia, la "mamma", dijo:"No!, momentito, que “Pepito” tiene que trabajar". Era lógico!. El fútbol no era el negocio que es hoy. Nadie hacía la diferencia para salvarse después del retiro. Además, el ferrocarril, donde laburaba Pepe, todavía permitía el sueño de la casa propia y la seguridad económica. Eran los tiempos de los Azules y los Colorados, de la colimba que lo dejó pelado y de la guerra civil de la que todavía reniega.
Vos sabés que era bueno? jugaba de wing, era chiquito, escurridizo, rápido y le pegaba con las dos piernas. Yo lo veía en el Círculo Italiano. Salieron campeones dos años seguidos. “Pepe” se cansó de meter centros que terminaron en gol. Tenía una diagonal endiablada. Un día, te lo juro, encaró al insider bien pegadito a la raya y largó el pique. Corrieron a la par hasta la raya de fondo y ahí se paró. El insider buscaba la pelota, mientras “Pepe” se le reía en la cara. Se la había dejado al nueve, y había salido como un cohete. El pobre insider pasó el papelón de su vida. Había corrido la nada. Cuando se avivó, del otro lado de la cancha ya estaban festejando el gol. Así de rápido era “Pepe”. Cuando se enchufaba, te hacía perder de vista la pelota. Como Garrincha...Está bien! Ya se. Ya se que exagero! Yo para que entiendas.
Simpatizante de Boca, hincha del buen fútbol, se dedicó al laburo y el fútbol pasó a ser la excusa para la reunión de amigos. Creció, se hizo hombre, formó una familia a la que le dio todo lo que supo y pudo darle, que fue muchísimo, y pasó por buenas y malas, como todos. Pero yo te quiero contar un capítulo chiquito de esta vida. Porque me produce placer recordarla. Porque yo también lo conozco al “Pibe”, a “Pablito”.
Después de un golpe durísimo que la vida le dio, nació el “Pibe”. Ya tenía una nena preciosa. Pero que hubiera nacido el varón (el primero, después vino Fernando) fue como ideal. Lo hizo crecer feliz, con toda la pureza y el cariño que pudo darle. Mientras se hacía grande, malcríado y caprichoso, se le pegaba cada vez más la redonda. Era flaquito y esmirriado, con el flequillo a lo Carlitos Balá, parecía un fósforo de costado. Dicen que le contaban las costillas desde la otra esquina. Habilidoso, rápido, encarador, nadie era capaz de sacarle la pelota. Sabés como jugaba?! En el club "Los Tigres", esperaban los campeonatos de papi-fútbol para verlo jugar. A veces jugaba con los más grandes, pero igual les pintaba la cara. De afuera, su papá solamente lo miraba a él. Parecía que se veía a si mismo. Bueno, más vale!. Era el Hijo. Para colmo, cuando jugaban en cancha de once, lo ponían de wing!, y le pegaba con las dos y tenía una diagonal que, te lo digo yo que los vi a los dos: era mejor que la de “Pepe”. Y el lo sabía. Por eso quedaba hechizado. Por eso no le sacaba los ojos de encima.
Y ese día, el que yo te digo, en una reunión de familia y amigos, vi por primera vez en mi vida a ese hombre orgulloso de su hijo, con los ojos a punto de reventar, hacer un elogio. Si! Yo no lo podía creer. Mira: nos contó esto:"Me subí a la terraza para decirle que venga a tomar la leche, porque eran las cinco y ya jugaban los grandes. Y yo se lo tengo dicho: no te pongas a jugar con esos mastodontes porque te van a romper las piernas y vos mañana tenés que ir a la escuela. Tienen 17, 18 años. Este recién va a quinto grado! Lo empecé a buscar con el grupito de la '72 y no estaba. Mire por los vestuarios, nada. Miro a los “grandulones” jugando, y este “paparulo” en la cancha. Le grité de todo! y justo le llegaba una pelota. Sabés lo que hizo? le venía alta y la durmió en el pie.Le salió el “Rana”, que mide como dos metros, y dije: chau, me quedé sin hijo. Me quería tirar de cabeza desde la terraza para meterme en el medio! Pero cuando era tarde para el rescate, le dio un besito a la pelota, saltó la pierna del grandote ese, y se la llevó atada al pie. El “Rana” pasó de largo y quedó desparramado en el suelo. De repente le salió el ”Lechón”, que andaba bien y era muy amigo del “Rana”. Imagináte! ahí me quedé sin aliento. Porque el “Lechón” jugaba de fullback, y no lo pasaba nadie. Yo ya no llegaba ni volando. Entonces lo miré al Pibe, y se lo encomendé a Dios y a María Santísima. Al pedo! Si soy ateo! Pero vos sabés que alguno me escuchó igual? Le amagó para afuera, y se le metió al área...En diagonal! El “Lechón”tenía la jeta verde del pasto que tragó. Le quedaba el arquero. El “Tula”. Malo como un bicho. Se agarraba a trompadas hasta por las dudas. No lo quería ni el perro de la vieja. Feo, como un puntinazo en la cara. ¡Pero lo que atajaba! ¡Mamita!. Había que reventarlo a cañonazos para hacerle un gol. ¡Y no va Pablito! Lo esperó y lo miró a los ojos. Al “Tula”! ¡Que te asustaba hasta con una máscara puesta! Con la punta del botín se la pasó de caño pero se le iba larga por el fondo. ¡Igual llegó! El arquero volvió y se repuso. Cuando le achicó el palo, el “Pibe” se la empaló con tres dedos. Pegó en el otro palo y entró. Salió corriendo a gritar el gol. De repente me vio y me señaló. "”!Vení a tomar la leche que te van a matar!", le dije. A los dos minutos estaba en casa. Me preguntó si había visto el gol. "Claro que lo vi! Un golazo. Pero , cuántas veces te dije que no te metas a jugar con los grandes?".
Este Pepe! Un amargo!. Su hijo la rompía en”Los Tigres” en un entrenamiento, y recibía un elogio de compromiso. Pero, en el fondo, Padre e Hijo se entendían. A veces parecían tener una relación lejana. Aunque, en realidad, el uno al otro se conocían como nadie.
Pablito jugó siempre en el club de al lado de la casa, en Los Tigres. Sin embargo, nunca podían salir campeones. Ganaban los "Celestes", que tenían su cancha cerca de la vía. Aunque los padres de los chicos simulaban una rivalidad histórica para darle emoción a las finales. La liga del pueblo empezaba en mayo y terminaba en setiembre u octubre, dependiendo de la cantidad de equipos que se anotaran. En general se jugaba todos contra todos. Pero hubo años en que se jugó por eliminación, que era más embromado, porque podías quedar afuera en tres partidos, y estar 3 meses mirando o jugando amistosos.
En el año 1985, el “Pibe” jugó su último campeonato del pueblo. Nunca, como antes te dije, lo había ganado otro club más que los “Celestes”, que ese año presentaron dos equipos: el A y el B. Uno mejor que el otro. Andaban como violines esos “mocosos”. Para colmo eran grandotes y tenían mejor entrenamiento físico que el resto. Trabajaban en serio todo el año. Tenían ropa de entrenamiento y de partidos: tres juegos de camisetas, pantalones y medias, 23 pelotas de entrenamiento, cancha de once, de papi fútbol y de siete. Preparador físico y director técnico, con sueldo. Tres veces por año jugaban cuadrangulares contra los equipos de la Capital. Una barbaridad. Pero algunos comentaban que tenían un defecto: eran un poquito agrandados y, a veces, soberbios. Y “Pepe”, que sabía más que ninguno, se lo metió con un taladro en la cabeza al Pibe:"-Este año la final la van a jugar ustedes y los “Celestes”. Escucháme bien una cosa: vos sos chiquito y rápido. Ellos son grandotes como el “Rana”, les podés hacer un nudo en las piernas si los encarás. Pisáselas, mostráselas, que se pongan nerviosos. Y tocá, tac, tac, para acá, para allá, volvélos locos, amagáles y tiráselas larga, que te pueden hacer foul, pero la pelota no te la van a sacar. Ah! a las 5 en casa, que tenés que hacer los deberes todavía".
La escuela era la prioridad suprema en la casa. El estudio era sagrado. Y siempre se respetó eso. Porque el “Pibe” nunca tuvo una nota baja. Entonces siempre tenía el permiso para jugar hasta las cinco en el club. A lo mejor, eso es lo que admiró siempre del hijo el "pelado": que siempre le cumplió, como chico, como estudiante. Y que se supo divertir sanamente. Y que, además, le hacía inflar el pecho cada vez que jugaba. Si hasta en la cancha le hacía caso. Mirá como será que le hacía caso, que hoy tiene treinta y cinco años y todavía estudia.
"Los Tigres" tenían un cuadro bastante armadito. El "centrojás", Casaca, era impasable. Además, tenía buen panorama y nunca se desesperaba. Metía las puñaladas que el Pibe corría. El "Tano" era el Fullback. Un tanque. Cuando subía no se le cruzaba nadie. Y en el arco Ariel, el hijo De "Machito", una garantía bajo los tres palos. Pero entrenaban cuando "Bigote", el técnico, no se quedaba a dormir la siesta. Todas las semanas, se nombraba un encargado para llevar la pelota, la única que había para entrenar. Las camisetas se compraban todas más o menos iguales, lo mismo que los pantalones y las medias. Pero la compraba el que podía, porque el club no tenía un “mango” para el fútbol amateur. Los palos de los arcos estaban tan despintados que cuando bajaba el sol ya no se veían. ¡Ni el pasto cortaban! Los que eran chiquitos tenían ventaja: jugaban escondidos entre la maleza. ¡No se veían! Menos mal que, con el paso del tiempo, la cancha se fue pelando en el medio. Entonces dejo de crecer el pasto. Fue una preocupación menos para la comisión.
Eran desventajas muy pronunciadas.Y así arrancó el campeonato, el día de la Patria: 25 de mayo del '85. Se jugaba por eliminación. El primer partido: "Los Tigres" vs. "Deportivo Juan Carlos". En cada cuadradito del alambrado que rodeaba el escenario de juego, había una nariz. La cancha estaba llena porque ese día jugaba el “Pibe”, de wing derecho, con el siete en la espalda que le había cosido Pepe. Se hizo un festín. Le cambiaron 4 veces la marca y no hubo caso. Metió 4 de los 5 goles. Y el otro vino por un centro atrás que tiró él. La gastó de tal manera, que muchos, cuando terminó el partido, veían la pelota más chiquita.
Pasaron la primera ronda de manera impecable: tres jugados , tres ganados, con el goleador del campeonato: Pablito. Estaba jugando como los dioses. De wing, de nueve, de once. En cualquier lugar de la cancha. Alrededor suyo, el equipo estaba bastante bien parado, pero gracias a los padres de los chicos, porque si era por "Bigote", el técnico, solamente podían aprender a dormir. Era tan irresponsable, que le decían que los partidos empezaban dos horas antes para que llegara a horario.
Los “Celestes A y B” arrancaron sin problemas también. Pasaron la primera ronda sin despeinarse y en el grupo de los cuartos de final "Los Tigres" esperaban a uno de ellos. Había que salir primeros entre cuatro para llegar a la final. “Celestes B” fue uno de los integrantes del grupo.
Ya estábamos en Julio. Y el 9, día de la Independencia, se definía. Por diferencia de gol, a “Celestes B” le alcanzaba con el empate para jugar la final con “Celestes A”, que ya se había clasificado. Muchos opinaban que era imposible ganar. Los grandotes no tenían goles en contra y habían metido 25 en dos partidos de cuartos de final. Los Tigres habían ganado bien, pero dependiendo mucho de su wing derecho, el “Pibe” de esta historia.
Para los Celestes B atajaba el ”Bocha”, el mejor de la liga. De fullback, iba “Camerún”, que parecía una cruza entre una gacela y Carl Lewis, pero feo de cara como la gacela. Daba miedo mirarlo hasta de reojo. En el medio jugaba Serrano, que cuando salía a marcar limpio, te mostraba los tapones en la cara. Era como un torito. Los que trababan con él, quedaban descalzos. El 3 era “Jirafa”. Desde que había empezado el campeonato, todavía no lo habían podido pasar. Era el marcador de Pablito. Antes de empezar el partido, se pararon uno al lado del otro: el “Pibe” era del tamaño de una de las piernas del “Jirafa”. ¿Cómo iba a hacer para pasarlo? La palabra justa, la que llenaba la autoestima de ese diablo que tenía la "siete", la tenía siempre “Pepe”: "Pibe: vos sos un tipo valiente en la cancha. Encarálo siempre. Y amagále, porque es grandote, se cae solo. Hacé lo que te digo y hoy ganamos".
A los veinte minutos los pronósticos se cumplían. “Los Tigres” perdían dos a cero y el “Pibe” no habá tenido contacto con la pelota. ¡Claro!. Le pasaba por arriba. No la podía parar. Tan fácil era, que los “Celestes” empezaron a sobrar el partido. Se pusieron a “cancherear”. Lo gastaban al “Pibe”, que parecía un hongo en la cancha. El Tato se reía en el banco:"-¿Tanta historia con el enanito ése? es más livianito que el viento. Che! Serrano! Dale un platito de sopa"-¡...Parece que el Pibe lo escuchó. Y recibió una pelota de un lateral. La primera que tocaba en todo el partido. 27 minutos del primer tiempo. “Pepe” le gritó:"Ahora!". La durmió en el pie, con ”Jirafa” respirándole en la nuca. El Pibe se le paró de frente, y le miró las piernas. La pisó, como le había dichosu papá, y se la cambió de pie. Se la mostró, y a su marcador ya le pareció un chiste. La levantó un poquito y la volvió a pisar. Como venía el partido, todos pensaron que Pablito se había vuelto loco! Lo iban a dejar sin piernas. En la cuarta pisada, "Jirafa" le salió como para pisarle la cabeza, como un toro enceguecido, con la furia de un felino hambriento. Te juro que nos agarramos la cabeza y miramos al cielo. Creéme que justo salió el sol de atrás de una nube cuando el “Pibe”, ese santo, como el más experimentado de los toreros, lo humilló con un caño precioso: el grandote pasó de largo y quedó enredado en el alambrado. Se escuchó en la cancha: ¡Ooooooh! “Tato”, el técnico de ellos, se paró y lo miró a Serrano: "-Parálo como sea-". Y allá fue bufando en busca de esa imitación de Chaplin jugando a la pelota que era el “Pibe”. Se le iba a tirar de atrás con las cuatro patas para adelante cuando nuestro héroe, que lo tenía atrás, se la empaló por arriba del cuerpo, saltando finamente sobre las piernas del mediocampista rival, que se puso el banderín del córner de sombrero del golpe que se dio. Mansamente, y con una sonrisa como gesto supremo de satisfacción, enfrentó el anteúltimo obstáculo entre él, poeta máximo del fútbol infantil de la zona, y el grito sagrado: “Camerún”. Le gritaron: -¡Parado!, ¡parado!-. Pablito le amagó para afuera y se le metió por el vértice del área, como un rayo, por la derecha del ataque...¡En diagonal! “Camerún” quedó sentado en el piso...Mirá: creo que estaba llorando, porque ni lo debe haber visto pasar. Entrando como siete, le quedaba el “Bocha”. “Mano a mano hemos quedado”, se cantaron en la cara. El portero lo esperó achicándole el palo e imaginando el amague. Pero el “Pibe” dejó de hacer sutilezas: le apuntó a la cabeza como para fusilarlo. Y le dio de derecha. El “Bocha”, el mejor de la "72 de toda la zona, el arquero con la única valla invicta del campeonato, se tuvo que agachar porque sino iba derecho a terapia intensiva. La pelota entró por el medio del arco. Fueron unos treinta segundos. ¡La gente se rompía las manos de tanto aplaudir. Había caído el invicto en el arco de ellos, habían pasado al ”Jirafa” por primera vez en el torneo, se había enojado el técnico con Serrano y Camerún seguía sentado en el pasto, desconsolado. Se dio vuelta el partido. Empezaba a cumplirse el vaticinio de “Pepe”, un sabio del fútbol.
Para el segundo tiempo, “Jirafa”, rabioso y con el alambrado dibujado en todo el cuerpo, se cambió de punta. Pero “Pepe”, viejo zorro, con una mirada le dijo a su hijo que vaya de 11, para aprovechar la debilidad de quien lo había marcado en el primer tiempo.
A los tres minutos Pablito recibió la pelota y la bajó armoniosamente con su pecho, pegado a la raya de cal. La pierna del “Jirafa” iba derecho a cortarle la respiración al “Pibe”, que la dominó con la rodilla y tac! se la tocó por arriba. El marcador de punta se comió el banco de suplentes con suplentes, técnico y preparador físico juntos, volcó el agua y mojó al presidente del club que estaba estrenando un traje. Cuentan en el pueblo que fue el último partido que jugó en su vida. Yo te aseguro que, después de esa humillación, no lo vi más. Lo mandaron a patadas a la cancha cuando, en el preciso instante en el que una paloma se posó en el ángulo izquierdo del arco del “Bocha”, sobre el travesaño, cayó una pelota desde el cielo, dirigida con la precisión de un misil, para depositarse, como en una postal, en el lugar marcado por esa mensajera de la paz, que allí se quedó, como admirando el bombazo del pequeño gran puntero izquierdo de “Los Tigres” que había recorrido 20 metros. Le había pegado de aire. El arquero, que estaba adelantado, quería enterrar la cabeza en la tierra. Se había quedado parado. Los hinchas de “Los Tigres” se pellizcaban, no lo podían creer: estaban empatando con los “Celestes”. Y todo, por obra y gracia de los secretos compartidos por “Pepe” y el “Pibe”.
La dignidad de los “Celestes” los llevó a buscar la victoria, porque eran locales. Pero los golpes psicológicos que habían recibido hacían que avanzaran sin ideas.
Faltaban 6 minutos. La perdió el diez de ellos y se la dieron a Pablito en la mitad de la cancha. Le salieron a marcar todos, pero los dejó desparramados por el suelo. Parecía que había caído una bomba en ese lugar de la cancha. Estaban todos tirados. Otro mano a mano con el “Bocha”, que esta vez no espero y le salíó, pero justo el veloz delantero se la acarició larga y le quedó todo el arco para definir y cambiar la historia de los torneos infantiles de la zona de una buena vez. “Bigote” había saltado del banco gritando el desenlace inminente. “Tato” se había tapado la cara, y los papás de los chicos de “Los Tigres” festejaban. Era el pase a la final! El camino al título! Ya sonaban bocinas.”Jirafa” y “Camerún”, desde el suelo, se miraban desconcertados: no sábían ni en que cancha estaban. “Pepe” dejó de mirar a Pablito. Y cuando bajó la vista al pie derecho que estaba a punto de sentenciar a la historia con solo tocar al juguete más lindo que Dios puso sobre la tierra, como dice el “Beto” Alonso, para hacerlo chocar con la red, vio que algo andaba mal: la mano del portero se afirmó del tobillo derecho del “Pibe”, que cayó de cabeza adentro del arco mientras la pelota se iba mansa por la línea de fondo. ¡Penal! gritaron todos. Nadie dudó. Ni Alonso, el referí, que era implacable. Todos se abrazaban y anticipaban un final como pocos. Lógicamente, lo pateó el “Pibe”. Con un buen gusto tan particular, besó a la pelota con su mágico pie derecho, y la depositó contra el palo derecho del arco rival, que se resignó ante tanto talento. La pelota, si hubiera podido, hubiera elegido ser dirigida de esa manera.
Ese chico gritó ese gol muy especialmente: se acercó al alambrado, señaló a su padre, y le tiró un beso. Dicen los que estaban cerca de él que le explotaron los pantalones y la camisa como al increíble Hulk, de como se agrandó. "¡BIEN PIBE!", gritó desaforado.
“Los Tigres” estaban en la final gracias a Pablito y a la comunicación telepática que tenían con “Pepe”. Por eso hablaban unos minutos antes de los partidos. Ese hombre tenía en la cancha a un intérprete de lujo. Nunca había visto jugar al fútbol a un chico tan bien como lo hacía su hijo. En cambio, en la vida, la cosa era diferente. No podía permitir que alguien de su sangre pasara la misma misciadura que él en su juventud. Lo guiaba. Lo aconsejaba. ¡Pero también le hacía pegar unos saltos así de grandes, eh!. Más de un coscorrón se ligó el Pibe por no completar una carpeta o no estudiar para alguna prueba!.
Los unía el fútbol por una cuestión genética. Era el juego que los hacía coincidir en todo. Bastaba que se miraran en un partido para que alguna jugada terminara en gol. Como en la final.
El 16 de Julio se jugaba la final del campeonato de fútbol infantil categoría '72 del pueblo de Belén. Se enfrentaban “Celestes A” contra “Los Tigres”. Cada uno había ganado su grupo. “Los Tigres” venciendo agónicamente a “Celestes B”, arañando, sufriendo. “Celestes A”, por muerte: metieron 32 goles en tres partidos. La idea de "Bigote" fue arrancar el partido teniendo la pelota lejos del arco, confiando en el manejo de “Casaca” y la habilidad del “Pibe”. Era saludable el plan porque no metía al equipo tan atrás, y más considerando que se jugaba contra una máquina de hacer goles que festejaba el título de campeón desde antes que empezara el torneo.
Para ellos atajaba el "Camorra", lo más "buscarroña" de la categoría. Con decirte que ni los compañeros lo querían. Pero era el "Zeus del arco". El "Botija" jugaba de dos, y le decían así porque te afanaba hasta las medias. Como jugador, un duque: no perdía una pelota, no tiraba pelotazos, y no me acuerdo de que alguien, alguna vez, le hubiera ganado un mano a mano. El tres, el marcador de Pablito, era el "Tucumano", que jugaba con el cuchillo entre los dientes, los tapones de punta, y una corona de espinas: transpiraba sangre. Una bestia, con decirte que casi no sabía hablar. Después, arriba, el "Cuca" y el "Alemán" apostaban antes de los partidos haber quien hacía más goles.
El día de la final, curiosamente, en el momento en el que el “Pibe” se acercó al alambrado, su papá no le dijo nada. Se quedó mirando al "Tucumano" y al "Botija", porque hablaban mirando la raya de cal por la que transitaría el “Pibe”. Les prestó toda la atención a ellos. Gesto por gesto, parecía descifrar lo que decían. Asentía con la cabeza, miraba la línea de costado y se acariciaba el mentón, como pensando. "Vení, Pibe", lo llamó misterioso. "Después que empiece el partido, acercáte de vuelta". Intrigado, el fenómeno se fue para la mitad de la cancha, mientras los hinchas le tiraban una catarata de gritos y alabanzas. El fabuloso delantero se sorprendió y miró para los costados. El aplauso era un ruego, una plegaria masiva para terminar con el dominio futbolístico de los “Celestes”. Fanfarrón, saludó para los cuatro costados de la cancha. Respiró hondo, miró fijo a los ojos al “Tucumano”, lo saludó como a un amigo y se ubicó para empezar el partido, a la derecha de su ataque, del lado en el que estaba su sabio consejero. Sabía que de él dependía.
Movieron “Los Tigres”. Pero el primer ataque fue de los “Celestes”: Ariel se tuvo que matar contra un palo para salvar el gol. “Pepe” seguía observando todo. Después del córner de ellos, el mágico número siete miró para el costado, pero nada. Siguió el partido. Los también dirigidos por “Tato” dominaban claramente, peligrosamente te diría. Pero ese día, surgió como un coloso Ariel, el arquerito. Sacó como diez pelotas de gol mientras su equipo no podía cruzar la mitad de la cancha. Junto con la defensa, se encargó de aguantar el "cero". "Casaca" no paraba a nadie, el “Pibe” estaba dibujado, y el "Tano" tenía "chichones"en la cabeza de tanto rechazar centros. Los gritos de "Bigote", que ese día llegó temprano a la cancha, eran deseperados. El equipo no podía salir. Parecía que los pibes tenían plomo en los pies. La suerte, únicamente, se encargaba de mantener el cero a cero. Es que no era una final; era un entrenamiento de los grandotes esos, que parecía que salían campeones de vuelta. Una risa.. Pero había un detalle que nadie observaba, que solamente pudo captar el "ojo clínico" del papá de nuestro genio. Y así, sagaz como nunca, pegó el grito esperado: “¡Vení, Pibe!". Y allá fue, chueco como recién bajado del caballo, ansioso como en cualquier día del niño, a escuchar. "Escucháme bien: el “Tucumano” todavía no cruzó la mitad de la cancha, y el “Botija” se para más atrás que de costumbre. Te van a marcar entre los dos. Dáles el gusto: no juegues de wing. Pero baja a buscar la pelota al medio y encarálos siempre por el medio de los dos. Después, ya sabés". Iban 23 minutos del primer tiempo. Solamente porque todos suponían que Dios era hincha de “Los Tigres”, el partido seguía cero a cero.
Desde el medio del ataque, Pablito ayudó a que el equipo tuviera más la pelota. Le dio aire al mediocampo y andaba lejos de marcas personales. Pero era durísimo jugar ese día. Los grandotes habían reservado todas las patadas permitidas para el siete de los Tigres, que, igual no se achicaba. Así, terminó el primer tiempo. Más parejo, pero sin que los Tigres pudieran patear una sola vez al arco. Pero más aliviados.
Nunca lo había visto preocupado al “Pibe”. Salió para el vestuario mirando el verde césped, como preguntándole: "-¿Vamos a ganar alguna vez el Campeonato? ¿Hay que sufrir tanto para ganar?-".En el vestuario ni habló. Solamente le dijo a Dieguito, el once, que se mueva, que lo ayude a rotar. Los defensores pedían colaboración. El técnico no sabía donde estaba parado. Encima, mientras daba órdenes, se confundía los nombres. Parecía que hablaban 18 sordos en el vestuario. El equipo estaba desesperado. El problema era que no habían podido salir del área en todo el primer tiempo, Ariel se había desparramado como un loco por todo el arco, no habían pateado al arco, y el “Pibe” no había podido resolver una sola jugada.
El segundo tiempo arrancó como había terminado el primero, pero con un agravante: El “Pibe”estaba jugando en el medio, casi de "cinco", llevado por la marca que le hicieron entre el “Tucumano” y el “Botija”. Pero "Casaca" estaba firme, el "tano" se fue 20 metros más adelante, sacó al equipo y se hizo un partido parejo pero sin llegadas, tipo partida de ajedrez. A los dieciocho, miro al costado de la cancha, y estaban, padre e hijo, cara a cara, como si no existiera el alambrado entre ellos, mirándose con cara de "esto es más difícil de lo que yo podía suponer', como pergeñando un gran robo entre viejos socios del delito, buscándole la vuelta al asunto: "-En cualquier momento se desesperan. Están acostumbrados a ganar por goleada. Ya se van a equivocar. Estáte atento, pero buscáles roña-". Cinco minutos después, obediente, recibió a su juguete preferido en el cículo central, tirado a la derecha. La pisó por primera vez en toda la tarde mientras veía como se cruzaban botines entre sus piernas, sentía como le tiraban de la camiseta y aguantaba a los grandotes que le tiraban el cuerpo encima. No me preguntes como hizo, pero cuando de reojo vio que el “Tucumano” se le venía encima con el cuchillo empuñado, pudo levantar la pelota con tres tipos que lo doblaban en tamaño trepados en su espalda, y tiró un sombrero de espaldas, tan serenamente, con tanta dulzura, que nos paramos todos pensando que, ese día, al fútbol estaba jugando un ángel. Los tres marcadores pasaron de largo aterrizando de cabeza en el pasto como si fuera la final olímpica de los cien metros en piscina corta. El “Pibe” se dio vuelta y miró hacia arriba. Entre él y el cielo estaba la pelota en su instante de descenso, deseosa de tomar contacto con su mágico pie derecho, el que mejor la trataba en todo el pueblo, el que sabía lo que ella quería. Pero también sabía que, a su derecha, lo esperaba el primer gran desafío de la tarde: la alocada carrera del “Tucumano”, cuya intención era terminar abruptamente con el poema que estaba escribiendo su rival. ¡Era lógico! Si ni sabía escribir. No podía hacer la letra o ni con un vaso. Había que demostrar una sola cosa: ser capaz de pasarlo. En lo posible, con humillación incluida, para que, como había dicho su padre, se desesperaran lo más rápido posible. El balón se apoyó en el pie derecho para dormirse en él, como hacía Walter Gómez. El “Pibe” se mandó la típica pisada de crack retrocediendo un paso justo en el momento en que el “Tucumano” pasó de largo como una locomotora sin frenos para chocar con dos compañeros, rasparse el traste hasta la carne y quedar acostado en el piso mirando al cielo. Tanta belleza hubo en esa jugada, que tengo que pensar que ese día había ángeles de verdad en la cancha, y que se le tienen que haber reído en la cara al pobre lateral izquierdo. Por primera vez en todo el partido, había tres metros libres para jugar como a él le gustaba. Pero no jugaba contra cualquiera: le salió el “Botija”. Aunque lejos del arco, pasarlo sería quebrar el equilibrio y el temple de los rivales. Y Pablito lo sabía mejor que ningún otro. Allá fue. Pero su marcador no se comió el amague. Lo esperó parado, como le ordenaba su técnico. Se miraron a los ojos frente a frente. Y se escuchó un gritö: ¡"Larga!". Por la izquierda se había mandado "Casaca" como si fuera el último pique de su vida. Cuando el “Botija” se dio vuelta, vio que la pelota, dirigida con todos los mimos que se le pueden hacer por el pie derecho del “Pibe”, estaba en el aire eligiendo caer en el pecho de su compañero, que de volea casi mete el primero. Iban 26 minutos del segundo y Los Tigres pateaban por primera vez al arco, el “Tucumano” y el ”Botija” perdían en la marca combinada al “Pibe” y, como había dicho “Pepe”, los “Celestes” se enloquecieron.
Entonces, el partido ya había quedado para cualquiera. El primero que se equivocaba, perdía. Pero los “Celestes” salieron como locos, desesperados, a ganar. Y dejaron espacios abiertos en el medio que Pablito empezó a ocupar. La pelota ya le llegaba seguido y los padres de Los Tigres se ilusionaban. La cara de “Tato” era un testimonio de lo que estaba pasando: no gesticulaba, y el gesto adusto le marcaba cada una de las arrugas. Pepe no le sacaba los ojos de encima al Pibe, que no podía con su ansiedad. Por momentos, el partido parecía un arco a arco, porque los rechazos cruzaban toda la cancha. En cada cruce, se escuchaba el típico ruido que hacen los huesos cuando cuando chocan: algo así como el sonido de los toc-toc. "Cuca" y el "Alemán" no se explicaban que estuvieran jugando un partido sin hacer goles. “Botija” y el ”Tucumano” reforzaban la marca sobre nuestro héroe, mandando unos metros más atrás al "Chimpa", el "centrojás". El "Tano" sacaba al equipo lo más adelante que podía y "Casaca" corría como nunca en el medio. Así, llegaron al minuto 39. Quedaban 60 segundos y nadie, en “Los Tigres”, quería definir por penales porque "Camorra" era un especialista. Y una señal llegó desde afuera de la cancha. Un hincha de los “Celestes” se acercó a “Pepe” y le preguntó sobrándolo: "-Che, ¿no lo trajiste a jugar al pibe hoy?-". Y se le rió en la cara. Su sagaz interlocutor lo miró al desubicado con la cara más horrible que le vi en mi vida. Ni cuando su hijo llegaba tarde a la casa le ponía esa cara. Entonces le respondió: "-Mirá para adentro de la cancha-". Vos te vas a creer que yo te miento, que soy un exagerado, que vi una película de superhéroes o que me dibujé una historia bajo los efectos de un alucinógeno. Pero en ese preciso instante, después de un rechazo a las nubes de Ariel desde el arco, el "Chimpa" saltó a buscar la pelota y pasó de largo en el momento más inoportuno, en el segundo que marcaría su vida para siempre, porque atrás estaba el ”Pibe”, que con delicadeza bajó la pelota del aire ubicado contra la raya de cal, como wing derecho, con el ”Tucumano” a un metro y medio, relamiéndose y con una regla en la mano, para medirle el tobillo. "-¡Bajalo!-", gritó Tato. Y allá fue el marcador de punta, a buscar su gloria: hacerle foul a Pablito. Faltaba tan poco, que así enfriaban el partido y ganaban en los penales. "-¡Mátalo!", ordenó "Camorra", quien imaginaba un destino que él, en su mente, comparaba con la atajada de Gatti a Vanderley en la final de la Copa Libertadores del '77. "-No pasa, eh!-", aseveró el Botija, como pidiendo a todos los santos no enfrentar al “Pibe”. "-¡Ahora!, la diagonal!", se hizo oír Pepe. El clásico amague para afuera y enganche para adentro hizo pasar de largo al “Tucumano”, que aterrizó contra el alamabrado, justo donde estaba “Pepe” con el gracioso que lo quería gozar, que le dijo al chico: "-Te pasó otra vez, hijo! ¿Qué me hacés?-". Era el padre del “Tucumano”, que se había querido hacer el vivo.
Tantos ojos clavados sobre el “Pibe” y la pelota parecían empujar el desenlace. El siguiente desafío era el “Botija”. El mano a mano más esperado del campeonato. “-Lo deja tirado en el piso-", pronosticaban los hinchas de los Tigres. "-Al Botija le alcanza con poner el cuerpo-", vaticinaban los Celestes. El vértice derecho del área fue el escenario que el destino estableció dictatorialmente para el enfrentamiento del año en el pueblo de Belén. ¿Sabés una cosa? Era el único lugar de la cancha en el que había sol. Ya las sombras habían empalidecido el terreno de juego y comenzaban a despedir el día. ¡Si! creéme! Fue así. Nos paramos todos. “Bigote” se metió en la cancha, el presidente de “Los Tigres” terminaba de fumarse el cuarto paquete de cigarrillos del día, “Pepe”, relajado susurró: "¡Por fin!", los suplentes de “Los Tigres” se tomaron de las manos sabiendo que era ahora o nunca y los de los “Celestes” se arrodillaron en el banco dando la espalda a la cancha. Una lástima. Porque se perdieron el quiebre de cintura que hizo el “Chaplin del fútbol”, una réplica de cualquiera de los que pudo haber hecho "Rojitas". La pelota siguió en su lugar, pero el marcador central hizo un leve giro para afuera, que le alcanzó a Pablito para entrar al área. Pero el “2” pudo rehacerse y se tiró a los pies, jugándose todo. Parecía llegar y terminar con las ilusiones de “Los Tigres” de ganar el campeonato después de 13 años de jugarlo. Algunos se taparon la cara. "No puede ser!", gritaban los Tigres. “Tato” se dio vuelta rumbo al banco de suplentes y dijo: "-¡Listo, a penales!-", seguro de la victoria de su equipo. Pero “Pepe”, por algo, no le sacó los ojos de encima al hijo. "-¡Tenés que llegar!-", fue su último ruego. Con el primer milímetro de su botín derecho, el protagonista de este relato, llegó primero que los tapones para delante de su dignísimo rival, que definitivamente quedaba atrás, desparramado en el suelo y superado, creo, que por primera vez en su vida. Algunos ya habíamos empezado a dejar caer algunas lágrimas y, quizás, dejó de importarnos el desenlace. Porque era emocionante el solo hecho de ver a ese flaquito, chiquitito, chueco, con el pantalón corto que de tan grande que le quedaba parecía largo, con las medias que le llegaban hasta la cintura y la camiseta que le quedaba como buzo de arquero, debatirse en duelo franco, abierto y valiente a los "Panzer" que le tocaba enfrentar en cada partido. Y sin dejar de sonreírse nunca. La alegría que le producía bajar la pelota y tenerla en el pie era la que captábamos todos desde afuera de la cancha. Había que ver la cara de su papá cada vez que jugaba el hijo. No parecía él. Se sonreía todo el tiempo y saludaba todo el mundo. Era el único rato en el que no se lo veía amargo.
Ah! Si! ya en el área le salió "Camorra". Era un arquero extraordinario. Algo así como Chilavert. No le gustaba perder ni al "chin-chón" con la madre. Sin dudas, tenía destino de primera división. Pero tenía que enfrentar al Pibe en el último minuto de la final del campeonato, lo cual no era poca cosa. En esos instantes, dejan de importar los antecedentes. La historia queda abierta con la expectativa de incorporar nuevos héroes a sus páginas. Y así como el "Camorra" era lo mejor del arco, era también bastante agrandado. Y salió demasiado confiado. Dio un paso adelante y se miró los guantes. Apenas levantó la vista, escuchó un griterío ensordecedor. ¡El “Pibe” ya no estaba en frente suyo y se agitaban pañuelos y banderines!. Miró al banco de suplentes y pudo entender lo que pasaba cuando vio a “Tato” pegarle una patada atrás de otra al banco de suplentes. Pablito ya corría cerca de la mitad de la cancha festejando como un loco. ¡Claro! la pelota ya estaba colgando de un ángulo. "Camorra" ni la vio pasar! El “Pibe” ni le había dado tiempo de levantar la vista: le pegó cruzado de zurda al segundo palo.
"-¡BIEN PIBE! ESE ES MI HIJO, CARAJO!- Ese hombre orgulloso de ser padre se quedó ronco una semana de tanto gritar. Con el gol de su nene,”Los Tigres” eran campeones por primera vez. Lo dejó festejar con los compañeros y se fue sonriendo. Pasó por lo del "Gaita", el panadero, y compró las facturas preferidas de su hijo. Llegó a casa. Dio las buenas noticias y prendió la radio. Preparó el baño para la ducha del campeón y dispuso una buena merienda en el centro de la mesa del comedor. Como a las seis regresó Pablito cantando: "-¡Dale Campeón, dale Campeón...!-". Se bañó y, como cada domingo, compartió las facturas y el café con leche con Pepe, su PAPÁ. "-¿Hiciste los deberes?-". "Si, pá. El viernes. No te acordás? Me dijiste que los haga porque sino no me dejabas jugar la final". "-¡Ah! es cierto. Tomá la leche antes de que se enfríe-".
Mirá vos. Me olvidaba. Esto si que no me lo vas a creer, pero te juro que pasó. El “bombazo” del “Pibe” en el gol rebotó en el caño interno del arco que sostiene la red.¿Sabés hacia donde fue el balón? Hacia donde fue el “Pibe” a festejar el gol. Yo lo vi. Soy testigo de eso. La pelota pareció elegir a su dueño, su amo. O su amante.

PABLO. DEDICADO A MI VIEJO.

TANOPERIODISTA
Las últimas notas publicadas en el blog se refieren a aspectos negativos de nuestra realidad, algo que recién descubrí en estos días, recién llegado de mis vacaciones. Decidí cambiar el sentido y revertirlo con un paisaje incomparable, que nuestra maravillosa Argentina es capaz de ofrecer en muchísimos de sus lugares. Como homenaje a la esperanza que tengo de que, algún día, nuestra sociedad será capaz de aprender de sus propios errores para corregirlos y revertir todo lo malo que hizo, y en honor a la voluntad de los que tienen proyectos y buscan salir adelante, pese a que cada vez cuesta más hacer algo en este país, propongo esta escena, que puede representar el fin de un día, de una vida o, simplemente, un simple abrir y cerrar de ojos. Hasta la próxima publicación.

tanoperiodista.
LAS DROGAS EN LA COSTA ATLÁNTICA

Navegando por Internet encontré un informe publicado por el "Diario Popular" y escrito por Sergio Tomaro, de quien ya publiqué, anteriormente, un informe sobre el consumo del "paco" en el Gran Buenos Aires. El material tambié fue enviado a mi casilla de correo por el diputado del ARI Sebastián Cinquerrui.
Debo decir que el informe es muy real. El consumo de drogas llega a niveles insuperables durante la temporada de verano en la Costa Atlántica. Si aquellos que veraneamos en balnearios como San Bernardo, Pinamar, Villa Gesell, Mar del Plata, por mencionar a los más concurridos por los jóvenes, somos observadores de las conductas de mucha gente, nos podemos dar cuenta de que hay actitudes que escapan a los parámetros normales de la conducta humana. Conductores enloquecidos haciendo luces al que va adelante suyo para pasar en la Avenida Chiozza de San Bernardo a las siete de la tarde (no entra un alfiler en quince cuadras),
adolescentes en cuatriciclos que, a velocidades desmesuradas, cruzan calles muy transitadas sin mirar, grupos de jóvenes insultando al aire en forma desaforada a nadie (perdón, a alguien, a Ríver, Boca, Tigre, Chacarita, judíos, bolivianos, negros, etc.), varones desnudos caminando por la calle durante las madrugadas, alcohólicos que, después de tomar, dejan las botellas o cartones de vino tirados en la playa, y otras muchas cosas más, son habituales en la Costa Atlántica, en la que fui testigo de ver a un grupo de chicos (el más grande tendría quince años) caminar con bolsas de un conocido supermercado, llenas de botellas de cerveza, por el medio de una calle lateral, sin la menor intención de correrse para que pasen los autos, y a ¡doce cuadras del supermercado!, lo que constituye un verdadero sacrificio (¿harán esos mismos chicos un esfuerzo parecido para estudiar y ser mejores personas?). Escenas como ésa se repiten todo el tiempo, relacionadas o no con las drogas, pero que es necesario destacar. A los que tenemos familia y tenemos ganas de pasar un verano tranquilo, nos conviene mirar para otro lado. Pero algo nos pasa. El futuro es más negro de lo que parece.

DIARIO POPULAR, 31 de diciembre de 2006

Extasis, marihuana y paco en la costa
Temen peligroso aumento de la oferta de drogas

Por SERGIO TOMARO
Drogas de diseño como el éxtasis y la ketamina, por ejemplo, marihuana que para algunos será la “vedette” de la temporada, y paco en su versión de droga de inicio para adolescentes de sectores medios, sin dejar de lado la cocaína, conforman panorama de las drogas de cara al verano en el cual especialistas en el tema anticipan “una oferta mayor” a la registrada el año pasado en los principales centros turísticos de la costa atlántica.
La tendencia “en aumento” de la oferta de drogas que se viene dando en las últimos temporadas volverá a imperar en los centros de esparcimiento y diversión nocturna de los lugares de veraneo del litoral bonaerense, donde los críticos de esta realidad censuran la falta de respuestas efectivas del estado para contener el flagelo.
Una muestra de lo que puede resultar el verano en la costa, por caso, la aportó el presidente de la Asociación Antidrogas de la República Argentina (AARA), Claudio Izaguirre, para quien lo observado en algunos de los balnearios de la zona atlántica en la reciente celebración de la Navidad -en la que hubo una importante afluencia turística- le asigna ribetes preocupantes a lo que puede suceder en los próximos tres meses.
Panorama dantesco
Izaguirre destacó que en Mar del Plata, la madrugada navideña “puso en las calles a chicos de hasta 14 años drogados y borrachos”, en el marco de una situación que definió como “dantesca” y que a su criterio “se repetirá en el festejo del Año Nuevo y a lo largo de todo el verano”.
Las razones por la cuales las adicciones tienen rienda suelta en la costa esgrimidas por Izaguirre reconocen ponderan que “quienes ofertan la droga tienen libertad de acción” y por eso el vaticinio del presidente de AARA es desalentador: “hubo descontrol en Navidad y también lo habrá durante todo el verano”. “La policía prefiere no inmiscuirse en los temas relacionados a la droga porque no cuenta con el respaldo de los jueces y en el criterio de algunos jueces los chicos durante el verano van a recrearse como si la droga fuera un recreativo, sin reparar que en rigor es el principio de una vida de destrucción y muerte”.
Respecto a las drogas que acapararán el cuadro de honor de las adicciones esta temporada en la costa, Izaguirre sostuvo que “las drogas de diseño estarán a la orden del día” y citó entre ellas a la ketamina -la opción más accesible por su costo-, el éxtasis y el poppers.
Lo que se viene
Según Izaguirre, las dos últimas son sustancias “caras en el mercado” pero que tienen su público con un nivel de ingresos acorde. Pero además, apuntó, hay esfuerzos económicos de parte de aquellos que tienen deseos de consumirla aún la complejidad de su costo. También dijo que pastillas inocuas “pintadas” con ácido lisérgico y que los “dealers” venden como éxtasis se sumarán a la oferta “creciente” de droga que tendrá la costa atlántica este verano y a la que “por supuesto -subrayó- hay que añadirle cocaína y marihuana”.
Por último, Izaguirre hizo referencia al paco que como droga de los pobres “escalará este verano unos peldaños en la escala social y profundizará su anclaje ya iniciado en la clase media”, al tiempo que reiteró que lamentablemente “la costa estará inundada” de estas sustancias que “serán vendidas -concluyó- “con descaro”.
EL PACO ES EL QUE MANDA
En otro orden, el diputado Sebastián Cinquerrui destacó que a su modo de ver la “vedette” de la temporada será la marihuana y apuntó que el paco, cuyo consumo está en franco crecimiento de tres años a esta parte, “tendrá como característica el operar como droga de inicio por la sencilla razón que por su oferta, estará disponible antes que otras drogas”.
Para el legislador, este verano habrá que “estar atento” a las drogas sintéticas que “son de fácil distribución pero brutales” como la ketamina con los problemas cardíacos que puede traer aparejados, a la vez que consideró que el éxtasis “está reducido a determinados grupos caracterizados por su poder económico”.
No es un problema de temporada
El miembro del Instituto Científico de la SEDRONAR, Roberto Baestrocchi, señaló que el problema de las adicciones en los jóvenes no es sólo una cuestión centrada en lo que pueda ocurrir en temporada de vacaciones, sino que se enmarca en una cuestión de mayor alcance que requiere no sólo un abordaje médico y psicológico, sino también de un enfoque sociológico y político. Baestrocchi dijo a este diario que “hablar de las drogas en el verano puede inducir a grandes errores porque no es lo mismo abordar la problemática desde el lado de los adultos que de los niños y los adolescentes, ni tampoco es igual hablar de adicción al alcohol o a la cocina”.
El especialista, que es profesor titular de Farmacología de la Universidad Barceló, encuadró el tema de la adicción del adolescente en las vacaciones en el caso del joven que “liberado” de las responsabilidades de la escuela”.
“Cuando uno habla de los riesgos de los adolescentes se para frente a lo que puede pasar con un chico modelo que llega al lugar de veraneo o inicia la etapa de ocio de las vacaciones y experimenta tentaciones y acercamientos hacia la adicción.”
Falta una acción preventiva
El presidente de la Comisión de prevención de Adicciones de la Legislatura bonaerense, Sebastián Cinquerrui, señaló que si bien no hay datos oficiales en lo que refiere a la incidencia de las drogas en el verano, su apreciación es que la oferta y el consumo “se va a incrementar como consecuencia directa de no haber una tarea de prevención” a nivel estatal. Cinquerrui consideró que “en el verano vamos a sufrir por lo que no se hizo con política preventiva” y apuntó que en todo caso, “el crecimiento del consumo termina siendo funcional al estado represor que busca hacer desde la policía y la justicia acciones que reporten sólo más número para estadística”.
“Si socialmente se sanciona el aumento del consumo de drogas pero se deja en libertad de acción para que hay más oferta y por ende mayor consumo -dijo el diputado provincial por el ARI- se genera una situación de complejidad para la cual se envían refuerzos policiales a las zonas en cuestión”.
En ese sentido, Cinquerrui indicó que el envío de fuerzas policiales a cumplir con esas tareas de represión termina desguarneciendo otras zonas”, y puso como ejemplo lo que ocurrió en 2004 “cuando se sobredimensionó el operativo montado en la costa y se desatendió el Norte del conurbano donde se produjeron una gran cantidad de ilícitos”.
Al ahondar en ese concepto, el diputado arista aseguró que de esa manera “la droga se convierte en un elemento funcional al delito y que termina beneficiando a sectores interesados en dejar hacer”.

LAS MUERTES EN LAS RUTAS SON EVITABLES

LA INSEGURIDAD EN LAS RUTAS

Es evidente que uno de los temas centrales de este verano es la inseguridad en las rutas. Esta situación provocó la muerte de más de 160 personas desde que comenzó el mes de enero, y el dato estadístico ya es viejo, porque estas líneas fueron escritas hace tres días. Es decir, todos los meses tenemos algo más de un “Cromagnon”. También podemos decir que con esa cifra, en tres meses, superamos las bajas que sufrió el ejército argentino en la guerra por la recuperación de las Islas Malvinas en 1982. Las comparaciones producen escalofríos y nos permiten concluir en que los argentinos mueren como moscas en accidentes de tránsito.
Los especialistas en el tema aportan datos útiles para todos aquellos que nos manejamos con cierta prudencia cuando salimos de viaje. Casi todos los choques se producen por negligencia de los conductores, es decir, casi todos son evitables. En este rubro, punto excluyente de esta columna, incluimos el objetivo, que al parecer provoca el placer de un orgasmo, de establecer récords de velocidad en el camino que une los hogares de los turistas con los centros de veraneo, especialmente de la Costa Atlántica de la provincia de Buenos Aires; la falta absoluta de señalización en las rutas, reducidas al mínimo indispensable, seguramente, para “reducir presupuestos” o para “reducir horas de trabajo”. El mal estado de las rutas en general, la brillante idea (todavía no sé de quien) de reformar un pequeño tramo de la ¡Autovía 2! en plena temporada de verano (algo que resulta inexplicable, no tiene ningún tipo de justificación y permite pensar que la decisión fue tomada por un simio), la presencia de animales en las rutas, peatones desprevenidos, falta de puentes peatonales en trayectos muy transitados como la ruta 2 (no hay ninguno entre la rotonda Gutiérrez y Dolores) y autos en pleno proceso de desarme circulando y manejados como los más adiestrados de los conductores, a extraordinarias velocidades que rozan los 40 o 50 kilómetros por hora, ah!, y sin patente (los autos que circulan a muy bajas velocidades producen tantos accidentes como los que exceden los límites superiores permitidos), se incluyen en la lista de las fallas humanas que producen muertes y heridos en las rutas, en números propios de guerras encarnizadas.
El argentino medio muestra, cuando maneja, las características que lo definen como ser humano. No es solidario, desprecia a los que no conducen a 140 o 150, como él, no se equivoca nunca, la culpa, ante todo, es de los demás, se quejan si la policía los para en la ruta con argumentos magníficos (“¡ No lo viste a ése y me parás a mí!”, después de pasar a un micro en una curva a 130 kilómetros por hora. Yo fui testigo porque me habían parado para revisar la documentación de mi casa rodante)y no esperan al final de las curvas para pasar y encierran a los demás contra las banquinas porque “ellos tienen que pasar primero”, entre otras cosas. Teniendo en cuenta este mar de situaciones, y viendo como manejan los demás (tengo tiempo porque voy a 80 o 90 llevando mi casa rodante) creo que son pocos los muertos que hay por día en las rutas argentinas. Me parece que Dios está presente en muchos tramos de camino pavimentado para que no se extienda el número de víctimas fatales.
Un párrafo aparte para la Policía Bonaerense y su trabajo en pos de evitar accidentes de tránsito. Lo voy a comentar a partir de mi experiencia personal porque alcanza para mostrar cual es la actitud de los agentes encargados de los controles. Tengo, como ya lo dejé entrever, una casa rodante. La traslado con un auto mediano pero potente que, por momentos, me permite viajar a 100 kilómetros por hora (la casita pesa unos 500 kilos). Es decir, estoy en perfectas condiciones de no estorbar a nadie en la ruta porque cedo mi espacio para los que me quieren pasar, respeto las distancias y trato de no hacer sobrepasos improvisados. Además, tengo toda mi documentación en regla, a la que atesoro en un sobre para mostrarla cuando me la piden. Eso si, tengo una contra que me marca: uso anteojos y tengo cara de nabo. Entonces, me paran seguido. En el viaje de ida a Aguas Verdes, el pasado 5 de enero, me pararon tres veces en el viaje de ida. No me hicieron ninguna multa porque estaba todo en regla. No me quejo. Pero, ¿es lógico que paren a alguien tres veces en la misma ruta?. ¿No puede haber comunicación entre los puestos de seguridad?, para decir, al menos, “che: no le hagan perder tiempo al pelado cara de gil con la “rodante” que tiene todo en regla”. ¿Tan difícil es?. Pero lo que hay que reconocer es que indagaron en todos los elementos posibles para encontrar algo fuera de reglamento. O sea, no para evitar accidentes, sino para hacerme alguna multa. Mientras, pasaban autos modernos a velocidades medias de unos 130 kilómetros por hora por los puestos de control, que, según la evaluación de esos oficiales, contribuyen a hacer más seguros los accesos a los centros de veraneo de la Costa Atlántica. Pero esto no es lo más gracioso. Mi retorno se produjo el miércoles 24 de enero, cuando ya había sido dada la orden directa del gobernador Felipe Solá de declarar la “emergencia vial” (¡Qué bien que suena!). Pensé que me iban a para 10 o 12 veces, pero para mi sorpresa no sólo no me detuvieron, sino que no vi a un solo oficial controlando el tránsito en los tramos que hice por las rutas “interbalnearia”, 63, autovía 2, autopistas Buenos Aires-La Plata y 25 de Mayo, Avenida General Paz y Panamericana. Señor Solá, en los viajes de vuelta, ¿no hace falta controlar las rutas en un estado de emergencia?. Porque si esto no es así, controle a su personal policial, que, le aviso, el 24 de enero no trabajó (o no se hizo ver justo cuando yo pasaba) entre las ocho de la mañana y las dos de la tarde. O bien, parece que cuando los turistas retornan de sus vacaciones no cometen infracciones de tránsito.
Para terminar con este verdadero flagelo nacional, tenemos que acudir a la ayuda de la educación. El principio para enseñar lo que no hay que hacer es simple: “Señor: usted puede hacer lo que quiera, pero ante todo, respete las leyes y no perjudique a los demás con sus excesos”. Hay que empezar, desde jardín de infantes, a inculcar este fundamento decisivo para poder convivir con tranquilidad y en democracia. Pero el compromiso tiene que ser de todos los integrantes de la sociedad y desde las distintas funciones que cumplimos en nuestras vidas (nosotros somos hijos, padres, empleados, dirigentes, comerciantes, empresarios, camioneros, colectiveros, etc.) para contribuir a cambiar las cosas. Yo creo que cuesta menos trabajo hacer eso que mostrar, en todo momento, nuestros resentimientos y broncas cargados de soberbia ignorante, algo que se ve todos los días en cada rincón de nuestro país. No puede ser que nunca aprendamos nada.

TANOPERIODISTA

Saturday, January 20, 2007

CONVULSIÓN EN LA POLÍTICA DE ESCOBAR

La situación política en Escobar sigue muy convulsionada. Esta vez, el anuncio del alejamiento del Doctor Carlos Ramos y el pedido de renuncia a Directores y Secretarios por parte del intendente, Silvio González, agregan matices a la realidad que mereció un amplio tratamiento en medios nacionales luego del secuestro de Luis Gerez. "Página 12", "Clarín" y "La Nación" se interesaron por los sucesos locales como nunca había sucedido en la Historia de nuestro partido y publicaron importantes espacios a su tratamiento.
Para ilustrar el estado de las cosas en la localidad ubicada al norte del Gran Buenos Aires, reproduciré la noticia difundida por el sitio de Escobar (www.escobar-site.com.ar)

El sitio de Escobar, 20 de enero de 2007.

Política/El PaUFe sigue en JAQUE MATE

Carlos Ramos se fue del PaUFe y Silvio González pidió la renuncia a Directores y Secretarios
El martes al mediodía los pasillos de la Municipalidad estaban abarrotados de grupitos detrás de una noticia que aunque esperada no dejó de ser estruendosa.
El Intendente Municipal Silvio Víctor González había pedido la renuncia de todos aquellos que cubren puestos políticos o sea de coordinadores para arriba. Esto abarcaría a Secretarios, Directores y Delegados entre otros.
Pudimos encontrar distintas emociones vividas por los involucrados a pocos instantes de haber conocido la noticia. Desde un total desinterés hasta una actitud de barricada por parte de aquellos directores que respondían al comisario y dieron a entender que no serían objeto de apriete. "Si quiere echarnos que nos eche, yo sigo siendo de Patti", en clara actitud de definida polarización.
En cambio otros no le dieron mucha importancia. "Yo estuve con él ayer y estaba todo bien conmigo, no creo que las cosas hayan cambiado mucho", nos dijo con toda tranquilidad un conocido director. Muchos especulan con que es un formulismo y que solo aceptará algunas.
Por otra parte el Concejo Deliberante no salía del asombro, principalmente los ediles del oficialismo que ya no sabían a quien respondía su propio intendente.
La usina de rumores estaba trabajando a pleno. A todo esto se agregaron dos novedades a confirmar.
La primera que el intendente estaría por pedir 40 días de licencia. Esto implica que asumiría el primer concejal y estamos ante otro que también se fue de las filas del PaUFe pero hace mas de dos años, Miguel Jobe.
Como solo lo confirmaron dos fuentes y no conseguimos otra dejamos esta especie para ir por algo mas sustancioso que era el rumor de la renuncia del Director de Salud Carlos Ramos.
Si el intendente esta ofendido porque no lo tuvieron en cuenta no nos queremos imaginar como estará este pionero del Pattismo que la viene remando desde el 99 y cuando llegó a concejal lo sacaron para ponerlo en Salud y como funcionaba bien lo dejaron olvidado en ese lugar por 8 años.
De echo después de Patti, en el escalón siguiente y al mismo nivel vienen Sandro Guzmán y Carlos Ramos. Dos figuras políticas que lejos de sumarse se anulan el uno al otro por propio peso específico.
No nos quedaba mas remedio que preguntarle al protagonista en cuestión por su futuro político. La respuesta salió cruda y sin rodeos. "cuando Patti decide la candidatura de Sandro Guzmán me di cuenta que mi ciclo dentro del PaUFe estaba agotado". " Fernández con 2000 votos y fue de Diputado yo con 7000 no salgo de la Dirección de Salud".
Sensiblemente dolido, relegado a su función pública y olvidado en la repartija, el Dr. Carlos Ramos se dió cuenta que le habían marcado el techo y era mucho mas bajo de lo que su aspiración pretendía.
"Cuanto tiempo querés que siga siendo secretario de Salud?", exclamó. "yo tengo mi decisión tomada, me voy del PaUFe pero seguiré haciendo política, de eso no se tiene retorno, pero desde otro partido".
Todo una definición. Cada uno hará la lectura que quiera y podrá sacar sus propias conclusiones.
Ya habíamos abusado demasiado del tiempo y la amabilidad del hombre del cual depende la salud de los escobarenses y decidimos hacerle la última pregunta: ¿ Y ahora como sigue todo esto?
"Seguiré trabajando como lo hice hasta ahora, hay mucho trabajo pendiente y eso es lo más importante, en lo demás yo respondo al intendente actual.

LA INVESTIGACIÓN POSTERIOR AL SECUESTRO DE GEREZ

El secuestro de Luis Gerez comienza a dejar dudas

Todos aquellos que asistimos a la inédita marcha que se desarrolló en Escobar con motivo del secuestro de Luis Gerez, preocupados por la situación, interesados en que el caso se resolviera, cansados de los resabios de la dictadura que nos siguen atormentando como verdaderos fantasmas y dispuestos a manifestarlo al margen de las diferencias ideológicas que podemos tener, hoy, 25 días después del hecho, estamos mal. Porque, cada vez más, los medios de comunicación dudan de que haya habido un secuestro. Porque los encargados de la investigación se encuentran visiblemente desorientados, y porque los testimonios que comienzan a aparecer de supuestos testigos, generan un océano de dudas.
En este sentido, me permito citar la nota publicada por el diario "Página 12", donde existe un pormenorizado detalle sobre la realidad del hecho.

PÁGINA 12, DOMINGO 14 DE ENERO DE 2007

Por primera vez desde el secuestro de Luis Gerez la investigación se encamina con datos verosímiles hacia una pista policial, que incluye el otorgamiento de una zona liberada para cometer el delito. La aparición de una testigo directa de la escena del crimen y la recopilación de datos electrónicos apuntan en dirección a la comisaría de Escobar, desde la que saltó a la fama el subcomisario Luis Patti. En cambio, las fiscales Adriana Palacios e Irene Molinari enfocan al propio Gerez y su entorno familiar y amistoso. De este modo, las líneas se bifurcan en direcciones opuestas. El gobierno nacional asiste expectante a ambos desarrollos. Por un lado presume un intento de incriminar a la víctima, que considera debido a animosidad de las fiscales por razones políticas; por otro le abruma la sucesión de torpezas cometidas por las fuerzas políticas que se reivindican como propias. Sólo si alguna de esas líneas investigativas rinde frutos incontrastables, las interpretaciones políticas sobre el sentido del hecho que acompañan a cada una dejarán lugar a una verdad que hoy cada cual vislumbra según el cristal con que mira.
Vidrios polarizados
El primer indicio provino de la nutrida comunidad boliviana de la zona. En la última década hubo una serie de asaltos con extrema violencia a los quinteros bolivianos que se dedican al cultivo de hortalizas y verduras en Escobar, Campana, Pilar, Villa Rosa, Los Cardales, Capilla del Señor, Luján, Exaltación de la Cruz y General Las Heras. En casi todos los casos fueron objeto de insultos xenófobos y discriminatorios y varios de ellos fueron torturados con corriente eléctrica para que dijeran dónde guardaban sus ahorros, lo cual instaló la sospecha acerca de una posible participación de policías o ex policías. También hubo violaciones y asesinatos horripilantes, como el de una niña de once años. El actual ministro de Seguridad Carlos Arslanian, quien proviene de otra etnia perseguida, se interesó en esos casos e intervino a favor de la comunidad agredida. Varios de esos asaltos fueron esclarecidos. Sobre esa base de confianza dirigentes de esa comunidad llevaron hasta el despacho ministerial a una vecina boliviana que el 27 de diciembre alrededor de las ocho de la noche pasó por la puerta de la casa de Jorge Altamirano en el barrio Lambertucci. Según el relato de la mujer, vio a Gerez en la vereda, apoyado contra un auto estacionado frente a la casa. A lo lejos se divisaba el fuego que estaban preparando. Al seguir su camino hacia otra carnicería del barrio, la mujer vio a una cuadra de la casa una camioneta blanca con vidrios polarizados y varias antenas que avanzaba con llamativa lentitud. Cuando regresó de sus compras media hora más tarde volvió a ver el fuego, pero Gerez ya no estaba en la puerta. Eso no le llamó la atención en el momento, pero lo recordó al día siguiente cuando se enteró que Gerez había sido secuestrado. Como suele ocurrir en grupos discriminados, no confió en la policía ni la justicia y sólo lo comentó con otros miembros de su comunidad. Por eso el dato recién llegó al ministro dos semanas después del secuestro.
La patrulla perdida
La otra pista concurrente surge del sistema electrónico AVL, de reciente instalación. Cada patrullero emite una señal que permite su localización por un satélite de comunicaciones. Desde una consola central los operadores conocen la posición de cada móvil en todo momento y con absoluta precisión. Pero además esos datos electrónicos son almacenados en un disco rígido y pueden ser consultados con sólo ingresar en la computadora del sistema el día, la hora y las coordenadas de la búsqueda. Arslanian quiso conocer el recorrido del patrullero asignado a la cuadrícula correspondiente al domicilio de Altamirano en la noche del secuestro de Gerez. Descubrió así que el vehículo no había cubierto el recorrido asignado. En cambio la grabación electrónica muestra que a la hora del secuestro recorría calles del centro de Escobar que no corresponden a su cuadrícula y que son cubiertas por otros patrulleros. Arslanian ordenó la instrucción de un sumario interno para determinar por qué la dotación de ese móvil abandonó su recorrido justo a la hora señalada. El vehículo tenía dos tripulantes, uno de los cuales estaba en Mar del Plata cumpliendo tareas dentro del Operativo Sol. El viernes una comisión viajó a buscarlo para que respondiera a las preguntas del instructor. Las decisiones sobre el recorrido de los vehículos se toman en la comisaría principal de la jurisdicción.
Un paseo en Landau
En cambio, la fiscal Molinari y su adjunta Palacios han concentrado su actividad investigativa en la propia víctima y su círculo íntimo, rechazan la participación de las fuerzas federales en la pesquisa y sólo aceptan trabajar con el superintendente de Investigaciones en Función Judicial de la policía bonaerense Hugo Matzkin. Esto acentúa la desconfianza del gobierno nacional, que no olvida el episodio que Matzkin produjo en noviembre de 2003 junto con el entonces Procurador General provincial, Eduardo Matías de la Cruz. El Procurador dio a la prensa un informe elaborado por Matzkin en el que se afirmaba que desde teléfonos de la Casa Rosada y de la Jefatura de Estado Mayor del Ejército se habían hecho 26 comunicaciones con personas investigadas por los asesinatos en Bahía Blanca del médico Felipe Glasman y de los adolescentes Victoria Chiaradía y Horacio Iglesia Braun. Las investigaciones posteriores no lo confirmaron, pero la repercusión mediática fue grande y desde el gobierno se atribuyó a una jugada de sectores duhaldistas.
La fiscal Molinari fue designada durante la gestión de Eduardo Duhalde, cuando el apoderado del Partido Justicialista provincial era el concejal de Escobar y actual diputado nacional Jorge Landau. La relación de Landau con Patti se remonta por lo menos a octubre de 1990. El policía fue detenido por el juez Raúl Borrino, luego de que un peritaje comprobara que hizo pasar corriente eléctrica por el cuerpo de los detenidos Mario Bársola y Miguel Guerrero y Landau fue uno de los “vecinos de Pilar” que firmaron una declaración de respaldo a Patti. Una pueblada sobre el juzgado organizada por tales vecinos derivó en una insólita recusación a Borrino, quien fue apartado de la causa, que luego prescribió por una suma de complicidades políticas y de la magistratura. Amigo personal de Duhalde y apoderado del PJ, en 2005 Landau diseñó la ingeniería jurídica que permitió la alianza con Patti: una lista común para el Senado y dos separadas para diputados. De ese modo, Patti obtuvo la banca que la Cámara de Diputados se negó a otorgarle por falta de idoneidad moral, luego de un procedimiento en el que Gerez fue uno de los testigos. En diciembre de 2005, cuando se discutió la suspensión de la jura de Patti, Landau fue el único diputado que lo defendió. Pero en mayo, una vez que la comisión de Peticiones, Poderes y Reglamentos se pronunció en contra de su incorporación, Landau evitó el aislamiento votando con la mayoría por el rechazo del título de Patti. Trabajadores judiciales afiliados a ATE sostienen que ambas fiscales no ocultan sus simpatías políticas locales por el PAUFE pattista. No es extraño: en 1995 siete de cada diez votantes llevaron al policía torturador a la intendencia, y la patria judicial nunca se caracterizó por posiciones de avanzada.
El entorno
La línea investigativa que impulsan Molinari y Palacios es la que Patti sugirió en su primera declaración pública: el entorno del propio Gerez. La corresponsalía del diario La Nación en La Plata, donde tiene su sede la Procuración General a cargo de María del Carmen Falbo, ha ido adelantando las sospechas de las fiscales sobre la mujer de Gerez, Mirta Praino; sobre el dueño de casa la noche del secuestro, Jorge Altamirano; sobre el concejal Hugo Cantero, el primero con quien se comunicó Gerez al quedar en libertad; y sobre el dirigente sindical de los trabajadores rurales Orlando Ubiedo. Patti también dijo que Ubiedo había pasado cinco años preso por una extorsión a trabajadores bolivianos. Todos ellos fueron citados a declarar.
La semana pasada Praino se presentó a la fiscalía a comunicar que Gerez viajaría a la Capital para un reportaje radial; Molinari y Palacios la retuvieron en su sede y le tomaron una extensa declaración. Luego ordenaron un allanamiento de su casa, en el que secuestraron el CPU con el disco rígido de su computadora. También se llevaron uno de sus teléfonos celulares, que no había sido declarado. Esa línea, afirman, sólo era usada para comunicarse con un número en la Capital, a cuyo titular también están investigando. La fiscalía ordenó un peritaje del material informático y de las comunicaciones de Praino. Molinari también dijo que evaluaba pedirle a Gerez una ampliación de su testimonio en la causa y que participe de un rastrillaje en busca del galpón cuya precisa descripción hizo ante los técnicos que levantaron el croquis conocido. Los amigos de Gerez afirman que el propio albañil propuso a la fiscalía salir de recorrida con dos o tres expertos de la inteligencia federal, porque no confía en las fuerzas policiales que hasta ahora no han encontrado el lugar. “De ninguna manera”, fue la respuesta de Molinari. Una cuestión que intriga a los investigadores de todas las agencias que intervienen es la imposibilidad de Gerez de recordar cualquier detalle del vehículo en el que fue introducido al salir de la casa de su amigo. “Se entiende que si lo tomaron por sorpresa no haya visto el color de la carrocería. Pero Gerez en una época trabajó como gomero en un taller mecánico y tiene mucho interés en los autos. Es extraño que no pueda decir si era naftero o gasolero, por ejemplo”, dice un funcionario abocado a la pesquisa.
Cuatro de copas
Esta orientación del expediente es favorecida por el comportamiento de los dirigentes políticos que participaron en la denuncia del secuestro y la celebración del reencuentro y que organizaron dos bochornosas conferencias de prensa en un local partidario de Escobar, una antes y otra después de la liberación de Gerez, ambas a la hora exacta de iniciación de los noticieros vespertinos. Una semana después, Emilio Pérsico dijo en el programa A dos voces, que los captores de Gerez lo habían sacado de la casa para dejarlo en libertad antes de que hablara el presidente Kirchner. Ante la sorpresa de sus interlocutores agregó que así constaba en la declaración judicial de Gerez. Cuando desde el gobierno nacional le preguntaron cuál era la fuente de ese dato, que nadie conocía y que no figura en el expediente, el subjefe del gabinete del gobierno de Buenos Aires se disculpó. Lo había dicho sólo para responder al cuestionamiento del jefe del ARI, Carlos Raimundi, quien le recriminaba el uso político de la aparición de Gerez. Acostumbrado al ámbito exclusivo de la ONG Quebracho, que condujo la década anterior, Pérsico no había medido la trascendencia que tendrían sus palabras en un programa de televisión, dijo. Aunque no invocó el shock postraumático, dijo que él también estaba muy nervioso. Le pidieron entonces que explicara en forma pública su error. En vez de eso distribuyó una gacetilla en la que negó haber hecho esa afirmación, que escucharon centenares de miles de personas y que además está grabada para cotejar cualquier duda, dijo que la gravedad del hecho “no admite fisuras ni larvadas interpretaciones que sólo sirven a los enemigos de la recuperación que vive el país” y elogió a los gobiernos de la Nación y de la provincia, de cuya acción se declaró orgulloso. También acusó a “varios medios periodísticos” que querrían aprovechar el secuestro “para llevar agua al molino de los enemigos del gobierno y favorecer a los intereses políticos de quienes no quieren el juzgamiento de los responsables de la desaparición de 30.000 luchadores en el país”. Como en la conferencia de prensa de Gerez, más retórica que precisión

Monday, January 01, 2007

APARECIÓ LUIS GEREZ

Apareció Luis Gerez

“Estoy convencido de que lo vamos a traer de vuelta”. El mismo viernes 29 de diciembre las palabras de Alberto Fernández de Rosa que cerraron su diálogo con este medio, luego de finalizar el acto en la plaza de la Estación de Escobar, se cumplieron. A las 21.52 se vio en los medios de comunicación el título que anunciaba el deseo de todos: “APARECIÓ CON VIDA LUIS GEREZ”. Hacía cuarenta minutos había finalizado el discurso del Presidente de la Nación, Néstor Kirchner, por cadena nacional. La aparición del hombre que dice haber identificado a Luis Patti como su torturador en la época de la última dictadura, se produjo en la localidad de Garín, a unos 10 kilómetros de Escobar. Su cuerpo mostraba señales inequívocas de tortura. Golpes y quemaduras hechas con cigarrillos se destacaban en su humanidad. Al momento de ser hallado, tenía el torso desnudo y sufría una crisis nerviosa. Fue trasladado al Hospital de Escobar, donde se multiplicaron las muestras de alivio y apoyo para quien había desaparecido cuarenta y ocho horas antes en el Barrio Luchetti de Escobar. En los gobiernos nacional y bonaerense se atribuyó la aparición a la gran presión producida por las inmediatas reacciones de la sociedad, manifestadas en la marcha del día viernes en Escobar, al accionar de las fuerzas de seguridad de la Provincia y al discurso pronunciado por el Presidente.
Ayer se informaba de la existencia de una mujer detenida por su relación con el hecho, y que el principal responsable del secuestro se había escapado por muy poco de ser capturado por Gendarmería Nacional. Voceros presidenciales no evitaron deslizar los rumores que responsabilizan a Luis Patti por el secuestro de Gerez, así como también a grupos allegados a Miguel Etchecolatz, ambos ex policías bonaerenses.
Luis ya está de vuelta. Eso es lo más importante. Los fantasmas de las atrocidades cometidas por el proceder de las dictaduras no pudieron, en este caso, con la voluntad y decisión de un gobierno nacional dispuesto a trabajar, de una sociedad dispuesta a salir a la calle a decir ¡Basta!, y de todas las agrupaciones políticas que olvidaron sus identificaciones particulares para unirse en un reclamo unánime.
Ante el caso, una reflexión. Las especulaciones que rodean al secuestro, que siempre existen en diferentes versiones, y que señalan que “todo estaba preparado”, quedan descartadas. Pero son demostrativas de que la opinión pública desconfía absolutamente de todo lo que pasa, y rara vez cree en lo que se dice que pasó. Es una señal que permite apreciar la sensación de que a los argentinos nunca les quedan las cosas claras, siempre hay algo detrás de los hechos que oscurece cada cosa que sucede. Esto existe en nuestra sociedad, que no cree en la política, tan desprestigiada por muchísimos que la practican. Creo que ser nuevamente creíbles a los ojos y los oídos de los ciudadanos debe ser el desafío de todas las fuerzas políticas para las próximas elecciones.
Suerte, Luis. A seguir la lucha.

TANOPERIODISTA

CUENTOS QUE SON EXPERIENCIAS (A MI ABUELO VICENTE)

AÑO NUEVO, EL MISMO RECUERDO

Cada fin de año me invaden los recuerdos de mi infancia. En ellos, el protagonista principal es mi abuelo Vicente Santeusanio, mi superhéroe preferido. Yo soy descendiente de una de esas familias de italianos que se reunían en Navidad, Año Nuevo y Pascuas a festejar como locos, junto a sus hijos, nietos, amigos y allegados. Éramos unas 80 personas. Siempre había alguien (casi siempre mi abuelo, claro) dispuesto a disfrazarse de Papá Noel para repartir los regalos a los chicos y a los grandes. Era un ritual maravilloso, que finalizaba con una caravana de autos detrás de una camioneta que llevaba a pasear a Papá Noel por todo Escobar, llena de pibes felices. Muchas veces, se me caen las lágrimas cuando recuerdo esos momentos. Se positivamente que nunca voy a poder ser tan grande en la vida como Vicente Santeusanio, pero, al menos, en cada Navidad, me disfrazo de Papá Noel para que mi hija también recuerde con cariño algunos momentos de su infancia. Quizás sea una imitación barata, pero siempre sale de mi corazón.
Lo que sigue son dos de los muchos cuentos que describen momentos que compartí con mi abuelo. Que los disfruten.

A PESCAR CON EL "NONNO"

Aquella madrugada de verano, y tal como yo se lo había pedido, me despertó para que lo acompañara al muelle, a pescar, a "tirar el mediomundo", o a "colar agua", como solía referirse El a esa actividad. Me levanté volando, con el entusiasmo propio del estreno. Me recordó, con la dedicación y el cariño de siempre, que me lavara bien los dientes y la "cara con jabón". Cosa curiosa:¿Para qué uno se tiene que lavar la cara con jabón? Increíblemente, ese insólito consejo me quedó como una costumbre para toda la vida, porque tengo 32 años y me sigo lavando la cara con jabón, a pesar de que muchas veces me arden los ojos como para explotar, y me quedan rojos por la irritación hasta las diez de la mañana.
Después del aseo, en orden y sin hacer ruidos porque estaba durmiendo "Minucha", mi abuela, me acerqué al comedor del departamento que Don Juan le alquilaba cada mes de marzo de cada año en La Lucila del Mar, donde me esperaba el desayuno más increíble que jamás hubieran visto mis inocentes ojos: un tazón de café con leche capaz de proveer calcio y calorías a un equipo de fútbol entero en plena pretemporada, una de las diez roscas de reyes que habíamos llevado desde Escobar (porque El tenía una panadería), pan cortado en rodajas, un pan de manteca y un pote de dulce de leche, como para abastecer a todos los pescadores que ese día visitarían el muelle. Tal como el me lo había pedido, comí bien, porque íbamos a volver "muy tarde", como a las nueve de la mañana (nunca conocí a nadie, ni conoceré en la vida a alguien, que midiera el tiempo con tanta particularidad y exactitud como lo hacía mi abuelo), y hasta esa hora no iba a volver a comer. Entonces no dejé una sola gota del suculento café con leche que tenía ante mis ojos ni una sola miga de la rosca de reyes que me había cortado. El tomó su café con leche de siempre acompañado de las galletas marineras que se hacían en su panadería. Así, quedamos dispuestos para transitar el camino que desembocaría en el cumplimiento de mi deseo más ferviente: ir al muelle a pescar. Ser yo quien, colador de cocina estropeado mediante, saque los cornalitos o "matungos" de la red traicionera del mediomundo, y contribuir decisivamente al almuerzo de ese día. Es que yo era todavía muy pibe, y creía en lo que El me decía antes de salir: "Si no pescamos, hoy no comemos", y que repetía cada tanto.
El ya tenía todo preparado desde la noche anterior: mediomundo(obvio), colador viejo, dos trapos (sabía que iría conmigo), dos baldes ( la expectativa era siempre grande) y un detalle que siempre me llamaba la atención: se ponía un pullover encima de la camiseta y otro atado al cuello, que siempre terminaba atado a la baranda del muelle y que ¡jamás usó!. Un día le pregunté para que lo llevaba. Y el, tan locuaz, creativo y parco, me dijo: "¡Por las dudas!". Yo estaba bien abrigado, porque las madrugadas al lado del mar son frescas y muy húmedas, porque era muy chico y me tenía que cuidar y porque si me llegaba a resfriar ¡Minucha lo mataba!, como el decía.
Las cuatro y cuarto de la mañana de aquel día de marzo de 1978. Una delegación internacional de Derechos Humanos visitaría pronto el país, estaba por comenzar el Mundial de fútbol, todos los días se conocían nombres de desaparecidos y yo hacía dos meses había cumplido los seis años. Estábamos listos. El levantó el mediomundo cual gladiador enfrentando su destino, lo apoyó en su hombro izquierdo y con su mano derecha tomó, con convicción, el balde vacío. A mi tocó llevar el otro balde, que contenía los trapos y el colador oxidado y con olor a pescado. Al levantarlo, creí ser un pesista quebrando el récord mundial en la especialidad de envión.
El también estaba expectante. Era muy raro que fuera a pescar acompañado. Y yo no era una compañía cualquiera. Requería de un trato especial y de mucha paciencia. Es que era muy, pero muy, pero muy, rompepelotas, inquieto, caprichoso, me aburría fácil. Pero arrancó seguro hacia el desafío, al paso de siempre, conmigo al lado.
Avanzamos en silencio, surcando la solitaria noche de ese pintoresco balneario. Solo el ruido provocado por el viento que soplaba sin piedad sacudiendo las copas de los árboles y el rumor de fondo del incesante ir y venir de las olas del mar quebraban la quietud de ese cuadro.
Llegamos a la última esquina. Doblamos por Rebagliatti después de dejar Mendoza y el muelle, imponente, se presentó ante mi. La adrenalina que liberó mi organismo me hubiera permitido correr y clasificar para los 100 metros llanos de los juegos olímpicos de Moscú de 1980. Mi corazón latía a velocidad luz, no podía controlar mis piernas, empecé a revolear el balde para adelante y atrás y, de repente, empecé a saltar improvisando un homenaje a la nena rubia de la publicidad televisiva de "Dánica Dorada". El, sin darse cuenta de todo lo que me ocurría, marchaba seguro, con la vista puesta en algún lugar ubicado entre el muelle de La Lucila del Mar y el horizonte, como buscando a sus presas en la inmensidad del océano.
Pisar el muelle, pagar la entrada y caminar sobre las tablas de quebracho blanco hacia la parte más ancha del muelle fue para mi una especie de ceremonia de iniciación, en la que me sentí omnipotente, creador del mar y los seres vivos que lo habitan. Esperaba que algún colega (porque yo ya era definitivamente un pescador) me confundiera con Poseidón. El, experimentado y calculador, preguntó por el pique. "Tire confiado que está saliendo". Todavía conservo en mis retinas, y en el costado más lúcido de mi memoria, cada uno de esos quince segundos que tardó el mediomundo en caer a ese mar tan calmo, pero en el que Dios depositó, ese día, toneladas de peces en el pequeño muelle de La Lucila del Mar, para colmar nuestra avidez de pescadores.
El mediomundo se hundió. Y por mi mente comenzaron a cruzarse imágenes insólitas. Entre ellas, recuerdo como caí de cabeza al mar desde el morro, o como se desprendió la red del mediomundo al levantar a un terrible y gigantesco tiburón, propio de las películas de Spielberg, o como, en el mejor momento de la pesca, una maldita ola, cuyo extremo más alto lograba salpicar al mismísimo San Pedro, nos arrastraba el balde con su contenido dentro (nuestro almuerzo) para caer a las aguas, es decir, volver a su estado original a moribundos peces que, la verdad, estaban incómodos en ese balde viejo. Por otro lado, muchas dudas me atormentaban: ¿Estaría a la altura de las circunstancias?¿Sería capaz de extraer con éxito un pequeño cardumen de cornalitos? Yo era muy chico, sabrían perdonarme. ¿Qué pasaba si agarraba un pescado con la mano y me resbalaba para perderse en la inmensidad de océano?¿Sería grave que eso me pasara?
Cuando regresé a la realidad, el mediomundo estaba hundido. El miraba fijo. Dejó pasar unos segundos, que yo suponía los segundos que los héroes esperan para pasar a la inmortalidad, y repentinamente, la inmensa red quedó a la vista nuevamente cargando ¡DOS CORNALITOS!. Había llegado el momento de la verdad. Los pensamientos y las suposiciones dejaron lugar a la acción. Me concentré en la olla de alambre tejido y gravé minuciosamente la posición de los pobres peces para no desperdiciar un segundo de tiempo cuando llegara el momento de la caza. El mango del colador estaba hundido en mi mano, que, mojada por la transpiración, temblaba como una hoja. El, con facilidad y cálculo, me acercó el mediomundo a la baranda y barrí con firmeza su contenido, quedando los pichones de pejerrey atrapados en el colador. Había triunfado. La primera caza de mi vida había sido un éxito.
Los deposité en el balde, donde saltaban perdidos. Me arrodillé y les clavé la vista. No dejé de mirarlos por largos segundos. Creo que no murieron porque estaban fuera del agua. Años después creo que murieron porque estaban ojeados: les debe haber reventado la cabeza.
Nos cansamos de pescar. Llenamos un balde. Hasta tiré el mediomundo y lo levanté yo solo, hasta la baranda. Fue mágico. Así que, a las nueve, como estaba previsto, juntamos los bártulos y partimos hacia "la gasa"(sic). Al pasar por la boletería del muelle, lo saludaron con afecto, el que se había ganado, simplemente, por ser como era. "Hasta mañana, DON VICENTE. Traiga al pibe de vuelta, que hoy nos dio suerte". ¡Claro!. El pibe era yo. Entonces comprendí que la gloria era completa: Ese día, mucha gente pudo comer gracias a mi. Me podía haber retirado de la pesca sin tener que demostrar nada más.
Esa fue la primera vez en mi vida que fui a pescar, y fui con El, con mi abuelo, mi nonno, Don Vicente.
Como no podía ser de otra manera, camino a "la gasa"(sic), me compró una docena de facturas ¡para desayunar!, en la panadería "El muelle", que todavía está al lado de "La almeja erótica", donde habitualmente filosofaba con el viejo "Nengo". Se comportó con el humor de siempre:"Soy un panadero comprando'l pan e' la fatura(sic) en una panadería que no e' mía". Se las regalaron, ya lo sabían generoso.
Esa mañana increíble para mi existencia, también aprendí a limpiar cornalitos y a rebosarlos para freírlos. Tan entusiasmado estaba, que ni siquiera pensé en ir a la playa.
Preparé la mesa y nos sentamos a comer los cornalitos fritos que me perdían y me siguen perdiendo. Lo primero que hice fue intentar reconocer a aquellas dos primeras víctimas de mi implacable acción cazadora. El, sabio y sagaz, repentizó y me alcanzó dos. "Eso son lo do primere ca sacamo' dall'aqua(sic)". Me lo creí.¿ Cómo no le iba a creer a mi nonno a los seis años?.
Dormimos la siesta juntos y, como cada tarde, a las tres, arrancamos para la playa mi nonno, mi nonna y yo. Pero ese día, fui yo el que cargó la pesada sombrilla floreada sobre mi hombro derecho. Es que ya era un poco más grande. Y mucho más feliz.

PABLO. AL NONNO. CON TODO EL AMOR QUE PUEDO. 28/11/2003.

EL EQUIVOCADO ERA YO

“-Jugá conmigo. ¡Dale!¿Podés jugar?¿Qué esperás?¡Qué se haga de noche!(eran las cuatro de la tarde, en verano y en la playa, parecía que el sol se quedaría hasta el final de los tiempos)¡Dale nonno!¿Eeeh?¿Vas a jugar o no?-“. Así estuve media hora. Tanto lo jodí, que se levantó de su silla playera, tomó la paleta de madera y empezó a jugar conmigo. Mi testarudez había logrado un nuevo triunfo. Ni siquiera tenía en cuenta que él quería descansar. Toda la atención debía ser para mi. Hoy, que ya no tengo pelo, pienso que debo haber resultado rompe pelotas no solo a mis abuelos, sino también a aquellos que se ubicaban cerca de nuestra sombrilla, porque no me quedaba quieto , no dejaba de hablar solo, relatando partidos de fútbol o emulando a Vilas en la final del Abierto de EE.UU mientras hacía “jueguito” con la paleta y la pelotita, provocando el insoportable “tac-tac” del rebote de la pelotita en la paleta de madera que, a veces, llegaba a 300 repeticiones.
Por lo tanto, se hacía difícil para aquellos que me rodeaban pasar un día de vacaciones en paz.
El nonno, no tenía ganas de jugar a al paleta. Entonces, revoleaba paletazos sin ton ni son, haciéndome correr como un condenado para que me decidiera a jugar otro juego. Iba de un lado al otro como un loco, obsesionado por lo que estaba haciendo. Mi persistencia me sostenía en posición para responder a las devoluciones violentas, pesadas y fastidiadas que enviaba mi nonno del otro lado de la cancha que yo había marcado en la arena con la parte del “mango” de la paleta, de tal manera que el lado que yo ocupara fuera más chico que el de mi oponente, gracias a la intencionada curvatura del trazo que practiqué.
Cuatro veces me pidió dejar de jugar, a lo que me negué rotundamente con determinación y soberbia, porque iba ganando claramente. Mi nonna, Minucha, mientras leía sentada en su reposera verde, me recomendaba que dejara descansar al nonno, porque había ido a pescar a la madrugada y no había podido dormir la siesta por culpa del ruido que hacían mis pelotazos contra la pared del dormitorio del departamento que le alquilábamos a Juan todos los veranos. Su sabio consejo, por lo oportuno y por lo que las experiencias anteriores indicaban, no me amedrentó, y continué practicando ese ir y venir inútil en busca de la pelotita de goma que con rabia y sin ganas era impulsada por el imponente brazo derecho de mi abuelo, surcando cielo y playa, lo cual era la prueba fehaciente de que él, ¡NO QUERÍA JUGAR MÁS CONMIGO!, lo cual para mi era una afrenta imperdonable, porque yo era el “centro del universo” y todo lo que se decidiera hacer debía estar orientado a colmar mis deseos y caprichos, y la predisposición de los demás hacia mi bienestar debía ser permanente. Yo, Pablito, un flaquito al que se le podían contar las costillas desde la otra cuadra, con el pelo a lo Carlitos Balá, que con tanto cabello y tan poco peso, si se lo veía de costado, parecía un fósforo, poseedor de una voz chillona de pito tirando a insoportable y dueño de una capacidad extraordinaria para sacar de quicio al más tranquilo de los mortales (mi abuelo Vicente), creía ser el centro de atención del mundo conocido hasta entonces, 1980. Tanta soberbia e ignorancia juntas en mi inconciencia me transformaban, por momentos, en un pequeño ser despreciable. Todavía recuerdo con mucha claridad estas características de mi personalidad y, a la vez, el efecto que ellas provocaban sobre los adultos que se encargaron de mi crianza. Cuando a cualquiera de ellos se les pregunta como era yo en mis años de infante y primaria, surge una respuesta unánime, con tono inclemente y marcado: ¡“FUE LO MAS ROMPEPELOTAS QUE YO CONOCI!”, y aprovechan para hacerme mierda con una anécdota. Lo más curioso es la bronca con la que responden, lo cual demuestra a las claras que, en forma impensada, comportándome naturalmente en aquellos años como ellos dicen que yo lo hacía, siempre logré mi cometido: ¡LLAMAR LA ATENCIÓN!.
Cansado, dijo:”Non cuego ma’”. Y se fue derecho a la sombrilla, donde lo esperaba una lona desplegada sobre la arena, en la que pensaba descansar. ¿Cómo se le pudo ocurrir semejante afrenta?¿Por qué no me consultó antes?(En realidad, me lo había sugerido unas diez veces y, además, yo sabía que no quería jugar). Con esa osada actitud, estaba poniendo punto final al partido de paleta playera cuando todavía faltaban siete puntos y en el que me imponía con absoluta comodidad. Entonces, uno de los siete pecados capitales, la ira, se manifestó para cambiar el destino de buena parte de mi vida: le tiré un paletazo. Le pegué en el pecho. El vuelo del proyectil que improvisé para cometer el acto de traición más espantoso de mi vida se vio ayudado por el viento a favor, lo cual aumentó la velocidad y el peso del impacto.
Mientras la paleta iba camino a la fastidiada humanidad de mi abuelo, comencé a adivinar un futuro inmediato completamente oscuro para mi permanencia en La Lucila del Mar, el lugar que amaba, pórque siempre iba con mi abuelo. Quise correr y llegar antes que la paleta, quise detener el viento (momento en el cual me di cuenta de que no era Dios), le pedí a todos los santos (ya tenía un año de catecismo) que desviaran el proyectil en nombre de la piedad, pero todo fue en vano. Azorado, arrepentido, desesperado, asistí a uno de los momentos clave de mi vida: el ruido hueco provocado por el encuentro entre le pecho de mi abuelo y la paleta voladora en ese lugar del espacio (la playa de La Lucila del Mar, en la bajada de la calle Entre Ríos, a unos veinte metros del mar) cambiaría muchas cosas en mi vida. Desde ese día, mi carácter ya no fue el mismo. Lo puedo jurar con mi hija.
Ese golpe le dolió en el alma. Vivía sus vacaciones para satisfacerme. Me compraba las fichas para jugar en los “flippers”, me alimentaba como para que en todo el año no me faltaran calorías, me hacía la cama, me llevaba a pescar, me permitía limpiar los cornalitos que pescábamos (a pesar de que mi brutalidad los destrozaba), me enseñaba a juntar almejas...Y yo le pagaba tan desafortunadamente. Había sobrevivido a la segunda guerra mundial para que un mocoso mal aprendido lo despreciara sin miramientos. Era inaceptable.
Después del impacto, comenzó a correr hacia mi, bufando como un toro. Cuando vi su expresión de odio, que nunca había visto en él, que era la persona más buena del mundo, comprendí que, en ese instante, cinco de la tarde con el sol que rajaba la arena, para mi empezaba la noche. Corrí con todas mis fuerzas porque el desenlace de ese conflicto era muy claro y lo quería evitar. Mi abuelo me corría por la playa con tanta furia, que hasta hubiera saltado el muelle para agarrarme. Yo era rápido: lo esquivé con un quiebre de cintura notable bajando de un médano.
Para el resto de los veraneantes fue un momento fascinante y, a la vez, desopilante. Salir de la rutina siendo testigos de semejante espectáculo hubiera merecido aplausos para los protagonistas, nosotros.
Persistió, a pesar de las dificultades que provoca correr sobre la arena seca, caliente y pesada. Camino al mar, donde aseguraba mi posición por un buen rato, mi carrera se detuvo...Su mano derecha tomó contacto con mi abundante y lacia cabellera, y al mismo tiempo, me pegó una reverenda y terrible patada en le culo que me hizo temblar hasta las muelas. Me conmovió de tal manera, que pensé que había caído de un octavo piso. Los oídos me zumbaban como si adentro de mi cabeza se hubieran encontrado una ambulancia y los bomberos. Creo, también, que mis pequeñas costillas hicieron un movimiento de acordeón y tomaron contacto con mis hombros y nuca, y la conmoción general me dejó tirado en la arena un rato largo, en el que no logré conectar neuronas para pensar absolutamente nada. Solo recuerdo el marrón de arena mojada, que cambiaba a rojo y que, por momentos, quedaba adornado por estrellas titilantes.
Repentinamente, me tomó de un brazo y me arrastró hasta la sombrilla, donde la nonna me recibió con un sabio, frío y lacónico:-“Yo te dije-“, para volver a bajar la cabeza y seguir leyendo. El nonno ordenó:-“agará eso e lo lleva hasta la gas(sic)-“, señalándome dos sillas playeras, un bolso con algunas cosas que yo preparaba para llevar a la playa(galletitas, facturas, leche chocolatada “Cindor” en envase de vidrio, las paletas, la pelotita, la pelota de fútbol, etc.), la lona y el palo de la sombrilla. Me hizo arrastrar todo eso durante 6 cuadras, previa escala en un médano ardiente. A mi, que nunca me iba de la playa más que con la sombrilla al hombro, a la que llevaba no para ayudar, sino para fanfarronear. A mi, que cuando volvíamos para la casa después de la playa no me cargaban de cosas porque estaba “cansado”. Sin dudas, había comenzado el castigo.
Durante el trayecto, ni nos miramos. No me habló. Ni siquiera me recomendó que tuviera cuidado al cruzar la calle. Iba con la cabeza gacha, sin fastidio, pero decepcionado, buscando un consuelo. Realmente, me sentí mal. Hasta ahí, yo pensaba que solo el daño físico podía provocar dolor a los adultos, a los que veía tan seguros de si mismos...Al ver así al nonno, comprobé que los males del alma pueden matar. Yo era el maldito responsable de esa situación. Era yo el que, a base de caprichos molestos, provocaba que mi abuelo, en sus dos únicas semanas de vacaciones de todo el año, se sintiera tan mal en el lugar que tanto amaba, y haciendo lo que el amaba: servir a los demás. Le estaba arruinando las vacaciones con arrebatos de egoísmo, soberbia, creyéndome el dueño de todo.
Las ganas de llorar me empezaron a acogotar. Pero, orgulloso, no quise aflojar. Llegamos a la casa y se dirigió a mi:”-Sentate a la mesa. Te tomá la leche e’ te va’ a dormí a la cama(sic)-“. Fue todo lo que me dijo hasta el otro día.
Tanta angustia acumulada hizo que comiera como si fuera la última vez en la vida. Yo solo me bajé una rosca. Suerte que mastiqué el juguete sorpresa, sino me lo tragaba también. Después de terminar el café con leche, me fui a acostar, sabiendo que las cosas serían diferentes para mi después de despertarme.
Dormí como un ángel. Desperté con la arruga de la funda de la almohada marcada en la cara, como a las siete. El se había ido a pescar, y la nonna ya se había levantado a lavar la ropa.-“Buen día, nonna-“ ¡Eh, chilindrí! ¿Come dormiste?-“, me recibió con sorpresa. –“¿El nonno?, pregunté. –“Está al muelle, ¿Dónde va’ star?. –“¿Está enojado todavía?, seguí tanteando el ambiente. Tan diplomática y expresiva como siempre, respondió:-“Claro-“. Toda la angustia que mi largo sueño había enterrado, reapareció en ese instante. Fui al baño a lavarme los dientes y la cara, con jabón. Estaba mirándome al espejo , realizando la primera y quizás más sincera autocrítica de mi vida, que resultó despiadada y meticulosa, cuando lo escuché volver del muelle. Pensé en hacerme chiquito y escaparme por debajo de la puerta del baño, como hacía el Chapulín Colorado. Medí la ventana del baño: imposible salir por ahí. Opté por quedarme en el encierro fatuo e íntimo, en el lugar en el que mueren los valientes. Como gran cobarde que era, no quería enfrentar esa situación en la que, a priori, llevaba las de perder. –“Pablo, dale que vino el nonno, e hay que limpi¨´a’ lo’ pescado!-“. Yo no moví un dedo. Y cuando estaba pensando en que no me dejaría bajo ningún concepto tocar sus presas del día, mi nonna insistió:-“Dale, que el nonno te compró una tiquera pa’ limpiá’ lo’ cornalito (sic)-“. ¡No lo podía creer! Después de actuar con tanta cobardía, después de haberlo traicionado, después de agredirlo injustamente, seguía siendo generoso conmigo. Y comprendí que el nonno Vicente era incapaz de no ser generoso, de no tener un gesto de amabilidad, de cordialidad. Y por eso fue el héroe de mi infancia, y un verdadero grande en la vida.
Entonces, por fin, exploté en un llanto conmovedor, al que recuerdo y aún lloro, abrí la puerta del baño y corrí a buscarlo. Lo abracé fuerte y le pedí perdón mil veces. –“Ya’ sta, ya’sta, no lo hace ma’ e’ listo-“. –“Non te haga’ problema. Vamo’ a limpia’ lo’ cornalito con la tiquera nueva que te compré(sic)-“.
Tanta sabiduría resumida en una paliza y unas diez o doce palabras, sumadas a un gesto de cariño, estaban dándome unas de las lecciones más soberbias de toda mi vida. Es decisiva la influencia de mi abuelo en mis cambios de carácter. Me resulta extraordinario ser la persona que soy en la actualidad y compararme con la basura juvenil que resultaba ser. El me enseñó a darle valor a las cosas simples de la vida, que hoy son, ni más ni menos, que las que más recuerdo.
Limpiamos los cornalitos y hasta los freí. Como correspondía, comí como un animal. Pero ese día no jugué a la pelota en el patio a la hora de la siesta, dejé de preguntar la hora a cada rato (¿Para que uno, a los ocho años, tiene que saber la hora, estando de vacaciones?) y a ninguno de los dos molesté para ir a la playa.
Ya en la playa, me entretuve solo, tanto, que conocí a algunos chicos de mi edad, con los que terminé compartiendo como diez veranos. Es más: entre ellos estaba la chica a la que, años después, le di mi primer beso...
La vida...Mi abuelo sabía lo que era la vida. A través de símbolos o gestos, o a los golpes, se la pasó dándome lecciones de vida. Todo lo que me enseñó, me quedó metido en la cabeza como con un taladro. Cada llamado de atención que me hacía, tenía como respuesta inmediata mi cambio de actitud. Es que yo lo respetaba mucho, y lo quería...Lo quería tanto, que me olvidaba que mi papá y mi mamá quedaban a 400 kilómetros de distancia.
Desde ese día, mi actitud fue otra. Empecé a aceptar que estaba lejos de ser Dios, o a convencerme de solo estaba en camino de serlo. Mi personalidad cambió, y no solo por la paliza. Yo procedía injustamente con mis abuelos y lo había pagado. No sabía, pero estaba creciendo. Porque estaba cambiando actitudes y madurando decisiones. Todavía mejor: estaba tratando de ser diferente mejorando mi proceder con los demás. Así fue. El resto de los días de las vacaciones que pasé con mis abuelos en 1980 fueron muy especiales para mi. Sabía que había dado un paso adelante. Nacía en mi la capacidad de ser autocrítico. Y me di cuenta, sin miedos, ni reproches, sin dolor, pero con humildad, que ¡EL EQUIVOCADO ERA YO!.

GRACIAS, NONNO. 05-01-04

TANOPERIODISTA