La Navidad es el momento en el que vale la pena iniciar el balance de todo lo vivido en el año. También nos permite saber quienes son las personas que nos acompañan en nuestro sacrificio diario. Para quienes estamos en una etapa de construcción en nuestra existencia, en la que todo apunta a asegurar el futuro (pese a vivir en la Argentina), alcanza con estar al lado de los seres más cercanos, aquellos por los que hacemos todo lo que hacemos. Pienso que es muy importante identificarlos porque, al hacerlo, nos convencemos de que hay cosas por las cuales pelear. Y empezamos a enumerar. En mi caso, pensar todas las mañanas de cada día laboral del año en el porvenir de mi hija, me da fuerzas para trabajar y estudiar todo el día, pese a, a veces, no tener ganas. En la misma situación, ver a mi mujer ocuparse de sus cosas con tanta vehemencia y pasión no hace otra cosa más que motivarme a seguir dando el paso diario hacia nuestro futuro bienestar. Y además, me recuerda que sigo enamorado. Recién después de todo esto pienso en mi. A partir de entonces me planteo que me gusta hacer y que no, que vale la pena hacer y que no, cuales son las cosas verdaderamente necesarias en la vida y cuales son las que no merecen mi atención y quienes son las personas que pueden entender las cosas que hago. Por supuesto, en este camino que elegí, siempre dejo de hacer un montón de cosas que me gusta hacer. Pero me tranquiliza saber que esto es parte del sacrificio que hay que enfrentar para prepara las sólidas bases sobre las que se asiente el resto de mi vida. Mientras crezco, me doy cuenta que los proyectos se logran a partir de sacrificar muchas cosas. No concibo otra idea si nos planteamos una meta. Gracias a Dios, siempre tengo una nueva. Y eso me mantiene vivo y alerta. En esta Navidad, renuevo la esperanza de continuar por esta senda. Espero haber generado, al menos, la reflexión en ustedes.
TANOPERIODISTA
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