Financiamiento electoral: disparidad entre las fuerzas grandes y las pequeñas agrupaciones
El negocio de tener un partido político
Sólo por participar en los comicios, las fuerzas chicas recibieron 500.000 pesos; en 2007 se repartió un total de $35 millones
¿Qué resulta más sencillo: crear una empresa o un partido político? No tenga duda: un partido político. A diferencia de cualquier emprendimiento privado, un partido -si cumple con la ley- tiene garantía de financiamiento aun cuando no obtenga resultados; léase votos. No requiere créditos, pues siempre estará el Estado para asegurar su supervivencia. Para muestra basta un botón: Juan Ricardo Mussa, que figuró último, con el 0,07% de los votos en las elecciones presidenciales de octubre pasado, recibió del Estado medio millón de pesos sólo por haber competido con su partido, Lealtad Popular, en la campaña. El Estado debe garantizar la supervivencia de los partidos políticos; así lo establece la ley. Es el llamado "costo de la democracia". Por eso, al partido de Mussa se le giraron 323.370 pesos para solventar su actividad proselitista y otros 243.335 para la impresión de boletas: 566.705 pesos en total, según datos oficiales del Ministerio del Interior. Esos mismos datos revelan que todos los partidos chicos que participaron en las elecciones recibieron del Estado cifras que promediaban el medio millón de pesos: el ex candidato presidencial Gustavo Breide Obeid, que con su Partido de la Reconstrucción obtuvo el 0,25% de los votos, embolsó 570.903 pesos, mientras que Raúl Castells, que también compitió pero apenas rozó el 0,30% de los votos, recibió 567.573 pesos (ver gráfico). ¿Quién lidera el ranking? La respuesta puede sorprender: Jorge Sobisch, ex candidato presidencial del Movimiento de las Provincias Unidas. Recibió en total 2.272.934 pesos porque tuvo la astucia de armar cuatro "listas espejo" que confluyeron en su candidatura. Es decir, cobró por cuatro, lo que explica que haya recibido más aún que la candidata del Frente para la Victoria, Cristina de Kirchner, que embolsó del Estado 1.637.388 pesos. Curiosidades, o desviaciones, del financiamiento de los partidos. Cómo es el reparto Como ya se explicó, por ley el Estado garantiza un piso de financiamiento a todos los partidos políticos. Antes, la norma disponía que las agrupaciones recibían un determinado monto según los votos obtenidos en la elección anterior; en épocas electorales se llegó a pagar uno o dos pesos por voto. Ahora, el sistema es distinto: cada año el presupuesto nacional dispone una partida fija que se reparte entre todos los partidos políticos vigentes. De acuerdo con la Cámara Nacional Electoral, hoy suman 716 en total, un verdadero récord en nuestro país, tal como informó LA NACION la semana pasada. El presupuesto de este año llega a los 17 millones de pesos, en concepto de aporte partidario permanente. En un año electoral, esa partida fija aumenta, justamente para que cada partido pueda atender su actividad proselitista. El año pasado trepó a 35.000.000 pesos, que se repartieron entre las agrupaciones participantes de dos maneras: un 70 por ciento proporcional a la cantidad los votos obtenidos en los comicios anteriores y otro 30 por ciento de manera equitativa entre las candidaturas. Así se concibió el sistema para garantizar que los partidos chicos tuvieran un piso de dinero para poder competir. Si bien se buscó el método más ecuánime para el reparto sin afectar demasiado las arcas del Estado, hay perlitas que revelan graves incongruencias. Por ejemplo, que cada voto que obtuvo Mussa en las últimas elecciones costó 53 pesos, muchísimo más que el de Cristina de Kirchner, que costó 19 centavos. En momentos en que el Gobierno parece dispuesto a encarar una reforma en el sistema de partidos políticos, todos estos datos forman parte del análisis, según confiaron fuentes oficiales a LA NACION. "El mayor problema no es tanto el costo que representan los partidos políticos para el Estado; en definitiva, se le asigna una partida mínima si se considera el total del presupuesto nacional. El mayor problema es la proliferación de partidos políticos: hay que preguntarse si realmente es válido que candidatos que no llegan al 1% de los votos en varias elecciones consecutivas deban seguir participando a costa del Estado. Habría que hacer más restrictiva la competencia, al menos en el nivel presidencial", dijo a LA NACION un funcionario que pidió no ser identificado. La multiplicación de partidos es una consecuencia de haber eliminado, en 2002, una cláusula que establecía que aquel partido que no obtuviera en dos elecciones consecutivas más del 2% de los votos, no podía seguir compitiendo. Eliminada esa valla, las agrupaciones políticas florecieron como hongos, máxime porque apenas se necesitan 4000 firmas, aun en los distritos más populosos, como Capital y Buenos Aires, para constituirse. Estas facilidades, sumado a que nunca falta el sostén del Estado para sobrevivir, hace que un partido político sea un emprendimiento sin demasiado riesgos.
Por Laura Serra De la Redacción de LA NACION
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