TURISTAS DESAPRENSIVOS
¿Acaso los veraneantes que concurren a disfrutar de sus vacaciones en el Municipio Urbano de la Costa suponen que no van a sufrir accidentes por el solo hecho de estar de vacaciones? Cos esa pregunta me quedé al regresar de mi descanso en ese lugar, escíficamente en la pequeña y apacible Aguas Verdes. Entre preocupado, sorprendido y desorientado, estuve observando, durante 19 días, una cantidad innumerable de descuidos que pudieron haber terminado en tragedia. Turistas que salen de la playa como si la avenida Costanera, en pleno centro de San Bernardo, Mar de Ajó, Santa Teresita o San Clemente del Tuyú, fuera una extensión de ella, es decir, sin detenerse y mirar hacia los costados para ver si circula alguno de los cientos de autos que convierten a las localidades de la Costa en pequeñas réplicas de la Capital Federal a las cuatro de la tarde. Esos mismos turistas que cruzan cualquier esquina como si estuvieran en algún desierto, o aquellos que, subidos a cuatriciclos, creen que pueden emular a cualquier campeón de Fórmula 1, circulando como locos hasta en playas repletas de gente y a cualquier hora. Los osados que que suponen poder emular a Johny Weismüller (campeón olímpico de natación en 1924 y protagonista de la serie “Tarzán”), nadando desprolijamente hacia dentro del mar, en acciones gloriosas que terminan en rescate y desesperación de familiares, amigos y el resto de los bañistas (fui testigo de tres rescates en los días que estuve de vacaciones), provocando el enojo de los guardavidas, que por algo advierten que no se puede nadar en el mar (ni en ningún lado) si uno no sabe.
En la Costa, en verano, hay gente que camina por calles muy transitadas por autos y no se sube a la vereda hasta que se les toca bocina a diez centímetros del “traste”. Lo curioso, es que, mientras el auto pasa, insultan a los conductores como si fueran “barras bravas”. También hay padres a los que les desaparecen los hijos en la playa, en la calle, en el camping que, cuando los encuentran (suerte que los encuentran) se enojan con ellos porque les cortan la mateada y el concierto de “ganzadas” que comparten con los de la carpa de al lado. Las torpezas van y vienen cuando nos tomamos vacaciones. Los conductores estacionan en doble mano para conversar con conocidos, o, directamente cortan la mano de viaje con ese objetivo, para enojarse si alguien les grita, si puede pasar, “-¡el mundo es tuyo, eh-¡”, entre otras cosas que no quiero reproducir.
La falta de respeto hacia los demás es moneda corriente en cada centímetro que se puede recorrer. En los camping, hay que pedir permanentemente a desprevenidos “campistas” que bajen la música para que sea posible dormir, para que se tenga un poco de solidaridad en un espacio como ése, compartido, y porque el dueño del lugar lo prohíbe. Bajan el volumen, pero, ¿Por qué hay que decirles las cosas?, ¿no se pueden dar cuenta solos?. La falta de educación es la causa fundamental por la que suceden estas cosas.
Podría continuar dando ejemplos. Pero es innecesario. Lo concreto es que, volviendo a la idea de la nota referida a los accidentes de tránsito, suceden pocos accidentes en relación a la inmensa cantidad de distracciones y desaprensiones que muestran los turistas al manifestarse. Pero me queda flotando una duda...¿Solamente en vacaciones somos así?
TANOPERIODISTA
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