Thursday, January 25, 2007

LAS MUERTES EN LAS RUTAS SON EVITABLES

LA INSEGURIDAD EN LAS RUTAS

Es evidente que uno de los temas centrales de este verano es la inseguridad en las rutas. Esta situación provocó la muerte de más de 160 personas desde que comenzó el mes de enero, y el dato estadístico ya es viejo, porque estas líneas fueron escritas hace tres días. Es decir, todos los meses tenemos algo más de un “Cromagnon”. También podemos decir que con esa cifra, en tres meses, superamos las bajas que sufrió el ejército argentino en la guerra por la recuperación de las Islas Malvinas en 1982. Las comparaciones producen escalofríos y nos permiten concluir en que los argentinos mueren como moscas en accidentes de tránsito.
Los especialistas en el tema aportan datos útiles para todos aquellos que nos manejamos con cierta prudencia cuando salimos de viaje. Casi todos los choques se producen por negligencia de los conductores, es decir, casi todos son evitables. En este rubro, punto excluyente de esta columna, incluimos el objetivo, que al parecer provoca el placer de un orgasmo, de establecer récords de velocidad en el camino que une los hogares de los turistas con los centros de veraneo, especialmente de la Costa Atlántica de la provincia de Buenos Aires; la falta absoluta de señalización en las rutas, reducidas al mínimo indispensable, seguramente, para “reducir presupuestos” o para “reducir horas de trabajo”. El mal estado de las rutas en general, la brillante idea (todavía no sé de quien) de reformar un pequeño tramo de la ¡Autovía 2! en plena temporada de verano (algo que resulta inexplicable, no tiene ningún tipo de justificación y permite pensar que la decisión fue tomada por un simio), la presencia de animales en las rutas, peatones desprevenidos, falta de puentes peatonales en trayectos muy transitados como la ruta 2 (no hay ninguno entre la rotonda Gutiérrez y Dolores) y autos en pleno proceso de desarme circulando y manejados como los más adiestrados de los conductores, a extraordinarias velocidades que rozan los 40 o 50 kilómetros por hora, ah!, y sin patente (los autos que circulan a muy bajas velocidades producen tantos accidentes como los que exceden los límites superiores permitidos), se incluyen en la lista de las fallas humanas que producen muertes y heridos en las rutas, en números propios de guerras encarnizadas.
El argentino medio muestra, cuando maneja, las características que lo definen como ser humano. No es solidario, desprecia a los que no conducen a 140 o 150, como él, no se equivoca nunca, la culpa, ante todo, es de los demás, se quejan si la policía los para en la ruta con argumentos magníficos (“¡ No lo viste a ése y me parás a mí!”, después de pasar a un micro en una curva a 130 kilómetros por hora. Yo fui testigo porque me habían parado para revisar la documentación de mi casa rodante)y no esperan al final de las curvas para pasar y encierran a los demás contra las banquinas porque “ellos tienen que pasar primero”, entre otras cosas. Teniendo en cuenta este mar de situaciones, y viendo como manejan los demás (tengo tiempo porque voy a 80 o 90 llevando mi casa rodante) creo que son pocos los muertos que hay por día en las rutas argentinas. Me parece que Dios está presente en muchos tramos de camino pavimentado para que no se extienda el número de víctimas fatales.
Un párrafo aparte para la Policía Bonaerense y su trabajo en pos de evitar accidentes de tránsito. Lo voy a comentar a partir de mi experiencia personal porque alcanza para mostrar cual es la actitud de los agentes encargados de los controles. Tengo, como ya lo dejé entrever, una casa rodante. La traslado con un auto mediano pero potente que, por momentos, me permite viajar a 100 kilómetros por hora (la casita pesa unos 500 kilos). Es decir, estoy en perfectas condiciones de no estorbar a nadie en la ruta porque cedo mi espacio para los que me quieren pasar, respeto las distancias y trato de no hacer sobrepasos improvisados. Además, tengo toda mi documentación en regla, a la que atesoro en un sobre para mostrarla cuando me la piden. Eso si, tengo una contra que me marca: uso anteojos y tengo cara de nabo. Entonces, me paran seguido. En el viaje de ida a Aguas Verdes, el pasado 5 de enero, me pararon tres veces en el viaje de ida. No me hicieron ninguna multa porque estaba todo en regla. No me quejo. Pero, ¿es lógico que paren a alguien tres veces en la misma ruta?. ¿No puede haber comunicación entre los puestos de seguridad?, para decir, al menos, “che: no le hagan perder tiempo al pelado cara de gil con la “rodante” que tiene todo en regla”. ¿Tan difícil es?. Pero lo que hay que reconocer es que indagaron en todos los elementos posibles para encontrar algo fuera de reglamento. O sea, no para evitar accidentes, sino para hacerme alguna multa. Mientras, pasaban autos modernos a velocidades medias de unos 130 kilómetros por hora por los puestos de control, que, según la evaluación de esos oficiales, contribuyen a hacer más seguros los accesos a los centros de veraneo de la Costa Atlántica. Pero esto no es lo más gracioso. Mi retorno se produjo el miércoles 24 de enero, cuando ya había sido dada la orden directa del gobernador Felipe Solá de declarar la “emergencia vial” (¡Qué bien que suena!). Pensé que me iban a para 10 o 12 veces, pero para mi sorpresa no sólo no me detuvieron, sino que no vi a un solo oficial controlando el tránsito en los tramos que hice por las rutas “interbalnearia”, 63, autovía 2, autopistas Buenos Aires-La Plata y 25 de Mayo, Avenida General Paz y Panamericana. Señor Solá, en los viajes de vuelta, ¿no hace falta controlar las rutas en un estado de emergencia?. Porque si esto no es así, controle a su personal policial, que, le aviso, el 24 de enero no trabajó (o no se hizo ver justo cuando yo pasaba) entre las ocho de la mañana y las dos de la tarde. O bien, parece que cuando los turistas retornan de sus vacaciones no cometen infracciones de tránsito.
Para terminar con este verdadero flagelo nacional, tenemos que acudir a la ayuda de la educación. El principio para enseñar lo que no hay que hacer es simple: “Señor: usted puede hacer lo que quiera, pero ante todo, respete las leyes y no perjudique a los demás con sus excesos”. Hay que empezar, desde jardín de infantes, a inculcar este fundamento decisivo para poder convivir con tranquilidad y en democracia. Pero el compromiso tiene que ser de todos los integrantes de la sociedad y desde las distintas funciones que cumplimos en nuestras vidas (nosotros somos hijos, padres, empleados, dirigentes, comerciantes, empresarios, camioneros, colectiveros, etc.) para contribuir a cambiar las cosas. Yo creo que cuesta menos trabajo hacer eso que mostrar, en todo momento, nuestros resentimientos y broncas cargados de soberbia ignorante, algo que se ve todos los días en cada rincón de nuestro país. No puede ser que nunca aprendamos nada.

TANOPERIODISTA

1 comment:

Aída Holtz said...

PABLO:LA NOTA SOBRE LOS ACCIDENTES ESTÁ MUY BUENA , COMO ASI TAMBIEN LA DE LAS DROGAS EN LA COSTA ATLANTICA.tAMBIÉN LEI EL HOMENAJE A UN FAMILIAR TUYO , BAH!LEI TODO . Sólo quisiera hacerte una sugerencia ,el largo de las notas y o diagramacion.Por lo demas tus escritos son muy buenos , de un tipo que observa el mundo en que vive


un abrazo
Aida Holtz