Gobernar para el pueblo (Capítulo 1º)
Las comparaciones son odiosas. Es verdad. Sobre todo cuando se toman situaciones alejadas en el tiempo para cotejar que fue mejor y que fue peor. Además, en esos casos hay tantas cuestiones que rodean a los hechos que se cae inevitablemente en opiniones o conclusiones absolutamente subjetivas. "Los tiempos cambian", se suele escuchar sin establecer que en ese dicho tan difundido hay un claro error de concepto. Los tiempos no cambian, lo que cambian son las costumbres que vamos adoptando mientras desarrollamos nuestras existencias, las tecnologías que nos hacen más simples las cosas cotidianas ("confort", le llaman), la forma de abordar algunos temas que en otras épocas eran tabúes y el acceso a información que antes estaba oculta o no interesaba dar a conocer públicamente. El tiempo solo pasa. Ahí reside una característica de ese sustantivo abstracto, ya que mientras pasa, nos permite recordar, olvidar, cambiar nuestros puntos de vista sobre determinadas cuestiones, cambiar o madurar decisiones, etc. Pero es impiadoso. No nos permite retroceder físicamente hacia lugares o situaciones ya vividas, pese a ser eterno, el tiempo. Todo lo abarcó. Todo lo sabe. En él, está grabado el origen y el final de nuestro destinos. De allí, quiero tomar dos pequeños capítulos de la historia argentina para compararlos. Si. Voy a hacer un intento por establecer una comparación histórica, lo más difícil que hay para un historiador, decían mis profesores. Tenían razón.
Cristina Kirchner, Presidenta de los argentinos a partir del momento que decida comenzar a gobernar, resiste en la comparación histórica a la otra Presidenta que los argentinos supimos sufrir: María Estela de Perón. Solamente su aspecto termina con las comparaciones en ese caso. Hermosa, decidida, con carácter (algo que a los hombres les molesta), deja por el piso a la ex mujer del General Perón en esos rubros y otros más. Cristina es la imagen del éxito del género femenino. Elegante, diplomática y acostumbrada a la política fue indiscutible como senadora y es una legítima ocupante del "sillón de Rivadavia" (uno que ni tendría que haber nacido). Pero hay un fantasma que sobrevuela inevitablemente por las mentes y el alma de todos los argentinos que difícilmente pueda ser eclipsado en la historia argentina contemporánea si me pongo a comparar: Eva. Tres letras cuya unión, en ese orden, conmueven a cientos de corazones por el sólo hecho de ser mencionadas. Tanto conmueve esa mención, que no tengo necesidad de exponer el significado fundamental que esa mujer tuvo para nuestra historia, pese a no haber ocupado jamás un cargo público. Solamente voy a decir lo siguiente, para comenzar con esta comparación que tendrá, inevitablemente, continuidad mientras nos gobierne la Señora de Kirchner: Cristina dijo hace una semana que iba a cambiar lamparitas para atenuar los efectos de la crisis energética, Eva regalaba casas a los que no tenían.
TANOPERIODISTA
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