Monday, May 21, 2007

LOS INOLVIDABLES FESTEJOS DE FIN DE AÑO





Los especiales festejos de fin de año constituyen una las costumbres más difundidas y conocidas que adoptamos los criollos con la llegada de los inmigrantes italianos a la Argentina. En mi caso particular, debo decir que, recordarlas, me produce una gran nostalgia. Esos acontecimientos, riquísimos en matices, son los que me permitieron identificarme con mi origen sanguíneo (como hijo y nieto de italianos) y con los usos y costumbres que considero un legado imposible de obviar. Cada vez que instalo mi mente en los festejos de navidad y año nuevo de mi infancia, siento el orgullo de haber crecido en el seno de esa enorme familia, tan increíblemente voluntariosa, tan decidida a borrar las huellas del desarraigo generado por la segunda guerra mundial, y tan afecta a estar siempre reunida. Hay detalles que son inolvidables para todos los que éramos pibes en esos tiempos. ¿Qué escobarense no recuerda a Papá Noel paseando por Escobar en una camioneta llena de niños felices en montones de nochebuenas?. Se formaban caravanas de autos tocando bocina, mientras la gente salía con los chicos a la calle para que vieran al responsable de que esa noche quedaran cientos de regalos cerca de los arbolitos. María Scenna encarnaba casi siempre al hombre que llegaba del Polo norte para hacer delirar a chicos y grandes. ¡Qué cosa! Papá Noel nos parecía tan real... Esos “tanos” le ponían toda la energía que tenían al personaje, porque querían que su descendencia tuviera la felicidad que la maldita guerra les había quitado. Por eso parecían chicos, divirtiéndose como pocas veces lo habían podido hacer en su Italia natal y querida. Las calorías que se consumían en esas navidades y año nuevos, alcanzaban para todo el verano. Sopa de gallina, ravioles, tomates rellenos, nueces, avellanas y almendras como para abastecer a un barrio entero, pollo y frutas secas. No menciono los dulces que se consumían porque no lo creerían. En esas colosales reuniones no faltaban las visitas de amigos, que aumentaba la cantidad de público asistente. Las tardes Y las madrugadas eran el tiempo de los memorables duelos al 3/7 (un juego de Naipes que todavía me resulta incomprensible), truco, chin-chón, escoba de Quince y generala. Todos trabajaban, es-pecialmente las mujeres, que dedicaban a la cocina el mismo cariño que tenían (y tienen, seguramente, porque en sus corazones estos siguen siendo recuerdos imborrables, aunque, por ahí, no quieran admitirlo) por sus hijos, sus nietos y sus sobrinos. Es imposible que en mi mente no aparezcan mis tías (en realidad, tías de mi mamá) María, Lucía, Armida, Lina, mi abuela “Minucha” o mi “vieja” Nina preparando la comida para todos, si tengo que rememorar aquellos días.


Hoy, en tiempos en los que ya soy padre, trato de mantener vivas esas costumbres que sólo forman parte de una galería de recuerdos. Lo hago contándole a mi hija esas pequeñas grandes historias que son parte de mi identidad adulta, documentadas en un montón de fotos y lágrimas de alegría.




PABLO SPERDUTI




Nota publicada en la edición del mes de mayo de "CLUB ITALIANO, la revista".

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